Lo que saludo y aprecio de este país, me parece en las preguntas sobre la sensibilización contra la discriminación como un maleficio: A los alemanes alemanes (es decir a los niños blancos hijos de padres alemanes y nietos de abuelos alemanes) nos parece imposible no estar en el lado soleado de la vida- a menos que voluntaria y conscientemente nos decidamos por la pobreza y la ilegalidad, pero en ese caso no tiene que ver con discriminación, sino con estupidez y adicción a la experiencia.
¿Decir que a través de la no discriminación evidente, soy doblemente discriminado es un sofismo? La frase “también yo quiero sentirme discriminado alguna vez”, con la que empezaba la primera versión de esta colaboración, lo sé, va demasiado lejos. Sin embargo me parece que encierra el punto decisivo frente al debate que se desarrolla en este momento en Alemania sobre la integración de los inmigrantes musulmanes: ¿Cómo puede comprender el promedio de los “alemanes de origen”, como son llamados ahora por algunos, abarcar, entender qué significa ser discriminado por su procedencia, cultura o color de piel? ¿Cómo puede alguien que pertene a una idiosincrasia y a una raza que parecen protegerlo en todo el mundo, contemplar la situación de aquellos que no encuentran entrada a esa cultura o lo que es peor, que les es negada la entrada?
Sin la experiencia de una discriminación cotidiana, solo puedo imaginarme cuan impertinente puede parecerles a los afectados que ahora en este país, aquellos que discriminan al colectivo de inmigrantes musulmanes de golpe empiecen ellos mismos a hablar de “discriminación” cuando son fuertemente criticados – no solamente desde las filas de esos inmigrantes- La experiencia de una verdadera discriminación por religión, cultura o color de piel, compartida por todos los habitantes del país, asfixiaría la sublimación de la cultura, la ruptura de tabús, ese “bueno uno debería poder decir…” en sus germenes.
Hasta que lleguemos a eso (algo que no puede suceder, sería una paradoja) uno tendrá que volver a decir que los “alemanes de origen” burgueses son unos debiluchos ignorantes, a los que les haría bien que alguién en algún momento los discrimine- mientras esa gente (nosotros) se arregla con su su soberbia- y los convierta en una minoría que se integra difícilmente.
traducción Rery Maldonado
]]>El fenómeno, complejo y transversalmente concatenado con otra serie de hechos sociales, tiene antecedentes de flujos constantes y con múltiples direcciones: desde los mitimaes reasentados durante el Incario por motivaciones políticas, económicas y territoriales hasta los pioneros del fin del siglo XX que han ido tejiendo silenciosamente las redes en los lugares donde ahora masivamente residen bolivianos. A unos pocos les va muy bien, otros muchos son traficados y sometidos a tratos esclavizadores, son víctimas de discriminación y maltrato. Hay también quienes ni siquiera pueden llegar donde tienen planeado y son detenidos y expulsados. La odisea de los que se han ido porque no quieren vender limones o ser limosneros y terminan convertidos en fantasmas anónimos en lugares extraños (el otro día alguien, nacido en el campo, me contó que cuando se fue se sentía en otro planeta: no sólo todo le resultaba adverso y extraño sino que lo trataban como a un extraterrestre).
El éxodo no parece que vaya a detenerse pese a que el reforzamiento del control en fronteras, el endurecimiento de las políticas migratorias del Norte, que con ejemplos claros como la situación en Iowa o la Directiva de Retorno, criminalizan la condición del migrante irregular (especialmente latinoamericanos y africanos). Está situación de vulnerabilidad y segregación (sumada a los efectos de la recesión undial) ya ha roto el sueño a quienes retornan sintiéndose fracasados pero también a los que se quedan pendientes esperándolos (las remesas son uno de los principales ingresos económicos del país). Extranjeros indeseados: el discurso universalista de la tolerancia llevado a s máxima contradicción por el utilitarismo capitalista. La movilidad humana es un derecho tan imprescindible como el agua y pretender detenerla es como querer parar un río con diques de arena.
Pero estamos acostumbrados a la adversidad y vamos a seguir yendo (y viniendo). Últimamente hasta nos sentimos optimistas. Incluso hemos empezado a revisar esos mitos que a veces nos estorbaban respirar: no somos tan tristes ni tan mediterráneos, ni tan centrados en nosotros mismos. Además siempre podremos reproducir en cualquier lugar un pedazo de la comunidad imaginaria (con música, imágenes, comida o una conversación) como proyectando un holograma familiar. Nos vamos callados, como queriendo invadir el mundo, con un ají en el bolsillo. Vámonos. Silencio, exilio, astucia.
]]>“Argentina siempre se creyó una Argentina blanca”, dice Lourdes Rivadeneyra. “La discriminación contra los inmigrantes de países vecinos tiene mucho que ver con el color de la piel, con los rasgos faciales y con la pobreza. De repente eres, para muchos, un enemigo. Hubo en todo el barrio carteles que decían: no queremos a las bolivianas ni como putas”.
Rivadeneyra vino a Argentina procedente de Perú hace 18 años, hoy en día trabaja en el Inadi, la agencia argentina contra la discriminación. Allí ayuda a inmigrantes de Bolivia, Paraguay y Perú a construirse una nueva vida en Argentina. Alrededor del 10% de los 38 millones de habitantes de Argentina proceden de Paraguay, Perú o Bolivia. “La gente sueña con el sueño americano“, afirma Rivadeneyra. “Creen que encontrarán en Argentina trabajo, una gran vida. Lamentablemente la realidad hoy en día es otra. Muchos no tienen trabajo, sobreviven en condiciones infrahumanas o con trabajos prácticamente de esclavitud“.
Abordados en la calle, los argentinos resultan distantes. No obstante, su rechazo a los inmigrantes se puede leer entre líneas.
Escuchen:
[audio:http://superdemokraticos.com/wp-content/uploads/2010/08/encuesta-argentina.mp3|titles=Encuesta / Umfrage]Mujer 1: Pienso que hacen muchos trabajos que nosotros, los argentinos, no estamos dispuestos hacer
Hombre 1: Están muchísimo mejor de lo que alguna vez pudieron estar en su país de origen.
Mujer 2: Toda esta gente está utilizando nuestros servicios y no lo retribuyen. La gente no paga nada igual que si fuesen residentes de Buenos Aires.
Mujer 1: A veces también me sale alguna cosa xenófoba, de pensar mal de ellos o de discriminarlos, „ah, tiene que ser boliviano o paraguayo o lo que fuera“. Me enoja conmigo misma. A veces me sale. Soy humana, no lo puedo evitar.
Hombre 3: A todos los que vienen de afuera lo aceptamos. En otro país se quejan de eso. Que cuesta entrar en la sociedad. Acá el que viene de otro país lo aceptamos rapidamente. Pero lo que me está doliendo ahora, por ejemplo: el italiano y el español, que venía, era más sacrificado. Ahora está viniendo otro tipo de inmigración, de países limítrofes y son cómodos. Quieren que se les dé una casa, ocupan casa, que el italiano y el español no hacía eso.
Las encuestas muestran que seis de cada diez bolivianos se plantean abandonar la patria. Muchos de ellos quieren ir a Argentina. Porque están desinformados y no saben lo que les espera allí, dice Rivadeneyra. Un inmigrante jamás contará a los suyos que las cosas le van mal: „El extranjero nunca va a decir a su familia que está mal.“
Tampoco a Shirley López le dijo nadie antes de su viaje que los bolivianos no son bienvenidos en cualquier parte de Argentina. Escuchó en boca de amigas que “Argentina era genial, que uno ganaba en dólares, que la vida era muy buena y la comida deliciosa“.
López es de baja estatura y tiene la tez oscura. Una mala punto de partida para una nueva vida en Buenos Aires. Shirley trabajó como modista en una fábrica textil coreana, ahora es ama de casa y se encarga de su hija pequeña. La mujer de 34 años vive en Argentina desde hace tres y todavía se siente como extraña. De no haber conocido a su hoy marido, habría vuelto hace ya mucho a Bolivia. Desearía que los argentinos le mostraran más respeto.
“Todos los argentinos son migrantes. Y viven en el país de los quechuas, aymaras y querandíes. Pero no quieren entender eso. Siempre dicen que nosotros somos los invasores, los migrantes, porque somos chiquititos y morenitos. Insignifcantes, indios, nos dicen. Bolivianos de mierda, bolitas sucias.“
Cuando Shirley echa de menos su patria, se va a la habitación, escucha música boliviana y cierra los ojos.
Escuche:
[audio:http://superdemokraticos.com/wp-content/uploads/2010/08/shirley-musica.mp3|titles=Shirley escucha música en su habitación]“Me gusta mucho escuchar la música de allá porque siento que estoy en mi tierra. Aúnque estoy encerrada en mi cuartito, parecie que estuviera allá cuando lo escucho más fuerte. Me imagino que estoy allá. Siempre la escucho, pero a veces me siento mal entonces prefiero no escucharla.”
Hasta mediados del siglo XX, los inmigrantes, sobre todo italianos y españoles, pero también judíos y árabes, han marcado profundamente a la sociedad argentina. Hoy en día la situación es otra, dice Rivadeneyra. Argentina debe acostumbrarse a los inmigrantes de todas las regiones latinoamericanas: “Antes apenas venían colombianos, hoy llegan mínimo diez al día, la mayoría jóvenes adolescentes. También vienen muchos refugiados de Haití, no sólo desde el terremoto. El problema es la pobreza. A un extranjero que tiene dinero no le discriminan.”
Traducción: Ralph del Valle
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