cuerpo – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Decora tu funda mortal http://superdemokraticos.com/es/editorial/schmucke-deine-sterbende-hulle/ http://superdemokraticos.com/es/editorial/schmucke-deine-sterbende-hulle/#comments Sun, 15 Aug 2010 14:57:46 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=876

Sentir, pensar: Dibujo de René Descartes (Wikicommons).

Hace poco estaba sentada en la terraza de un café y a mi lado cuatro muchachas de veintipocos charlaban sobre hombres y tatuajes. Una de ellas acababa de conocer a un tipo que tenía una símbolo en la parte derecha del pecho. „Aquí“, y posó la mano extendida sobre su pecho, „¡aquí es el mejor lugar para tener un tatuaje!“ „Si“, respondieron las otras, „ese es el mejor lugar“. Hasta ahora no había pensado mucho en tatuajes. Hace diez años deseaba tener una estrella negra, pero justo entonces conocí a un hombre que tenía exactamente ese símbolo soñado por mi en el brazo y me enamoré de él. ¿En el hombre o en el tatuaje? ¿En el cuerpo o en el espíritu que él se había inventado? ¿Era posible separa una cosa de la otra?

Vivimos en un mundo que por un lado está fijado en el cuerpo (nuestros objetivos: mejor sexo, cuerpos más bonitos, publicidad llena de desnudos, penes más gordos, culos buenos) y que por el otro lado funciona fuera del cuerpo (escenas cotidianas: solteros que desayunan mientras leen sus mails, que leen E-papers, que se ponen de acuerdo para tomar un café por sms) ¿Cuándo somos espíritu, cuándo cuerpo? ¿Es el cuerpo „el otro“ con el que tengo que discutir, por qué estoy casada con él  por matrimonio forzoso? ¿Puedo aceptarlo únicamente en la muerte y abandonarlo (Lizabel Mónika) – o también es un poema, es el arte? ¿Somos simplemente „cuerpos desechables“ (María Medrano) o pueden reciclarse nuestros rostros? Qué manera de ser soy, qué extraterrestre soy, cuando yo pienso sobre mi: ¿me siento yo? Soy prisionero en mi cuerpo con todas mis debilidades, dolores, sufrimientos y fealdades (Fernando Barrientos, Luis Felipe Fabre) o puede el espíritu ser el entrenador de mi existencia física y así puede aspirar a ser independiente de la funda mortal que lo envuelve (Leo Felipe Campos)? La pregunta del dualismo entre cuerpo y espíritu recorre muchos de los textos de nuestros Superdemokraticos, así como el deseo. Reconocer sentimientos, el anhelo, la soledad. Dos de nuestras autoras alemanes Claudia Rusch y Emma Braslavsky se concentran sobre todo en la relación de poder de los cuerpos en su contexto social, en amistades masculinas y la independencia femenina- lo que Lizabel Monika deja dicho en su comentario: „dispareja feminización cultural“: El hombre reconoce su debilitamiento, pero de otra manera, ya que él no asume una responsabilidad cultural. ¿Quién coloniza a quien?

Los tatuajes así como los roles de género construidos han abandonado su contexto (cárcel, viaje marítimo, ritual, creencia), son parte de una cultura individual. Escribe con su propia gramática sobre la piel sin protección. Hoy no tenemos que comer del árbol el conocimiento para reconocer que estamos desnudos. Admiramos la manzana a diario. Quizá sea el idioma, las palabras, empaquetadas o no en soportes digitales, el amasijo de nuestra frágil unidad por fuera y por dentro. ¡Esa es la belleza de los pensamientos! Colgamos siempre de esa pluma de nuestro consciente, somos seres con alma y un nudo de nervios, lo queramos o no. El idioma estructura nuestra sensibilidad y la vivencia espiritual, con él somos capaces de tocar nuestro contexto y nos presentamos frente a otros cuerpos, otros ciudadanos. Ciudadanía es nuestro tercer tema y empezaremos con el esta semana.

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Descartables http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/espanol-descartables/ http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/espanol-descartables/#comments Fri, 13 Aug 2010 14:25:56 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=784 Sobre la última muestra del artista argentino Diego Bianchi

En la muestra “Ejercicios espirituales” Bianchi desparrama por la sala pedazos de cuerpos, torsos, extremidades, cuerpos desarticulados y chamuscados, salpicados de cemento, cabezas, marañas de pelos por el piso, el techo y por distintos lugares de la sala, que más que sala de arte parece una sala de torturas.

En muestras anteriores Bianchi (a quien considero uno de los artistas contemporáneos argentinos más interesantes) trabajó con objetos, recolectaba material descartable o descartado, básicamente basura, para crear instalaciones.

“Junté durante varios días objetos de la calle: cajas, bolsas, plásticos, papel, muebles, sillas rotas, tubos de luz, etcétera. Revisé cajones con antiguas pertenencias, conseguí telas, tuberías, vidrios rotos, maderas, mangueras, cables, hilos. Llevé telgopor, ramas, plantas, flyers, documentos, facturas vencidas, fotos, casetes, disquetes, revistas, sábanas, remeras. Utilicé todos los almohadones de la sala, sillas de jardín, dos cuadros de Fernanda Laguna, puertas, sillas de plásticos, el teléfono, la mesa, la escalera y los bancos… Una vez que todo estaba allí empecé a girar con todo esto alrededor de la columna, comencé a mezclar las cosas, retorcí, até y enrosqué…” (Diego Bianchi, sobre la instalación “Daño” en la galería Belleza y Felicidad).

Lo que tortura y retuerce en esta muestra, no son objetos, son cuerpos o cuerpos-objetos. Esto me resultó sumamente poderoso… cómo esos objetos, torturados, llamados cuerpos, son manipulados, forzados y cómo sobre ellos el poder de otros cuerpos se impone. En este pasaje de las cosas al cuerpo y de la instalación a la escultura, los objetos ahora son esculpidos, formados y esos objetos son cuerpos… también desechables.

Porque estos cuerpos, como decía Fabre en su artículo, están bajo una dictadura de la moda y bajo una dictadura de las comunicaciones que nos hacen creer que somos libres, que elegimos… cuando todo está manipulado. Entonces, está bien seguir hablando de la “docilidad” de los cuerpos.

Y esa docilidad del material, que para Bianchi puede ser sometida, utilizada, transformada y perfeccionada, como los cuerpos, hablan de una coerción constante que vela sobre los procesos de la actividad más que sobre su resultado.

Aquel poder disciplinario y de control, del que hablaba Foucault, en estos tiempos globalizados profundiza un castigo silencioso que opera con la finalidad de producir cuerpos domesticados, utilizables y descartables.

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El cuerpo del otro http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/der-korper-des-anderen/ Thu, 12 Aug 2010 18:07:07 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=809

A mis trece años, luego de una debacle estilística en el fútbol, decidí que quería ser boxeador. Creía, nunca llegaré a saber si estaba en lo cierto, que contaba con un arma maciza y poderosa que el resto de mis oponentes no tendría: la inteligencia, la velocidad de pensamiento. En un campo de juego leer al equipo contrario es importante, pero la cintura, la precisión en la patada, la fuerza en el salto, la rapidez y las piernas junto a la pelota son fundamentales. Así que opté por lo tercero que más me gustaba, después de las mujeres: La pelea. Utilizaría lo mejor de la pequeña geografía de mi cuerpo, el cerebro, para derrotar al que se atreviera a enguantarse frente a mí. Por supuesto, también practicaba con mis amigos, nos molíamos a puños todas las semanas y no me iba tan mal. Mis brazos lucían largos y los huesos de mis nudillos estaban afilados. Todavía no asomaba esta curva abdominal que hoy despunta de forma grosera y me define, ni mi madre me había aclarado con una cara que hubiera hecho palidecer al mismísimo Sugar Rey Leonard, que primero me compraba una moto para que mi muerte cerebral en un accidente fuera más rápida, antes que dejarme boxear.

Así que me fui a estudiar a Caracas mientras algo se me ocurría y volvió a aparecer mi cuerpo. Le dieron una paliza a uno de mis mejores amigos por intentar defenderme y a la siguiente semana, luego de una audición espantosa, la directora del grupo de teatro de la universidad, junto a una sarta de inexpertos en materia de actuación, decidió aceptarme. Estuve cuatro años intentando aprender, en vano, que podía respirar mejor, que cada uno de mis órganos tenía un sentido y que podía dirigir –y digerir– las emociones a mi antojo, para encarnar personajes y situaciones según la conveniencia del caso. Nunca más volví a pelear.

Lo que son las cosas, mi despedida de ese grupo teatral se dio con la representación fallida de un boxeador. La obra era una adaptación de Poderosa Afrodita, la película de Woody Allen, y jamás llegué al estreno por motivos que ahora no recuerdo. Habían pasado apenas seis o siete años desde mi deseo abandonado por golpear sacos y saltar cuerdas, y hasta entonces había aprendido algunas cosas, más cerca del lenguaje y sus poderes, del cuerpo y su poder, de mi futuro y una nueva utilización del lenguaje y el cuerpo, incluyendo la voz, mis dos instrumentos favoritos, que me hacían pensar en que la mujer, aquello que me gustaba menos que el fútbol, pero más que el boxeo, debía conocer de cerca y de la mejor manera. Como si dirigir las emociones de mi cuerpo y proyectarlas, hacerlas en la humanidad de otra persona, fuera algo realmente posible.

Hoy he abandonado el teatro y aunque soy capaz de mirar una pelea de boxeo hasta el último round y acelerar mi respiración sin apostar, no me interesa en lo más mínimo acercarme a un ensogado. He intentado aproximarme al Yoga, a la meditación, volver al fútbol como un aficionado toca su instrumento a solas, he hablado delante de miles de personas, he hecho el amor con decenas de mujeres, me he lesionado en accidentes de tránsito, en accidentes con copas, en accidentes tontos, he caminado kilómetros para conocer mejor un lugar, he bailado salsa en muchos locales y me he convencido de que el cerebro es importante, pero es el cuerpo en su conjunto lo que resulta fundamental.

Sin embargo, y me perdonan la cursilería, el desarrollo del tema es libre y a veces no es posible dirigir –y digerir– los sentimientos del cuerpo: no fue si no hasta que miré a mi hija respirar, detenidamente, una y otra vez, y me detuve en su abdomen, que se hinchaba y se desinflaba tantas veces por minuto, cuando entendí la importancia de ese poder que tienen la carne, los músculos, la sangre, los huesos, y la sutileza que esconden. Describirlo me resulta humanamente imposible, pero juro que me ha hecho llorar en par de ocasiones, algo que no pasó ni con los combates más salvajes en los que me tocó participar, ni con la mejor de mis actuaciones en el teatro.

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Oda inconclusa a la respiración http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/unfertige-ode-an-die-atmung/ http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/unfertige-ode-an-die-atmung/#comments Wed, 11 Aug 2010 14:52:02 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=641 A eso de las 3 de la tarde me llamó por teléfono un cuerpo y no pude hablar con comodidad porque había gente en la sala y era un cuerpo que hace mucho tiempo no veía.

Lo conocí un día de verano suspendida de cabeza. Tras un torpe intento de pirueta en un pasamanos quedé enredada entre las barras de metal sin saber cómo bajar sin comprometer mi integridad. En eso, aparece un cuerpo bronceado y atlético sonriendo de mi situación “¿Qué pasa pequeña? ¿ te ayudo?”. Jeje- pensé- es un gusto, sálvame la vida rápido. Me bajó de aquella trampa mortal implementada por la municipalidad y de pronto estábamos ambos sobre la tierra mirándonos. Que yo vivo por aquí y paseaba interactuando estúpidamente con mi entorno. Que él venía a hacer barras mirando el mar porque este es un excelente lugar. Y fue así que nos dimos cita otro día abrasador en el malecón: él llega con su cuerpo y yo, venciendo ciertas dudas, llevo el mío. Conversamos en una banca y me besa, se activan los irrigadores del parque y se nos antoja refrescarnos. Él se acerca y mete la cabeza como un cachorro embistiendo una almohada de plumas. Yo me interno más tímida y recibo unas chispas en la cara. El cuerpo me abraza y me empuja al chorro de agua, nos mojamos entre risas. ¡Qué es esto por dios! La gente nos mira, es soft pornografía, un video de Chris Isaak o Britney en la playa ¡sólo falta la música! Él también lo nota. Sí, en mi casa hay música, qué casualidad. Llegamos y es el Caribe mi habitación, el cuerpo es pura fibra transpirando. Nuestro dios es la respiración. El vicio de uno mismo es respirar, nadie puede parar, se siente tan bien vivir. Es un ejercicio permanente. Respira. Sientes el aire supervisando todos los órganos, llevándole rosas al cerebro y lisonjas al corazón. Tomas conciencia de tu mano derecha, las yemas de tus dedos rozan el ratón, afortunado de ser rozado por tus magníficos dedos. Tu espalda podría estar más derecha, es tu centro y tu cetro. Respira de nuevo. Ahora sigue por tu cuenta, tengo que irme.

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Deshechos, estertores, muerte http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/ausscheidungen-rocheln-tod/ http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/ausscheidungen-rocheln-tod/#comments Wed, 11 Aug 2010 07:17:44 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=601
Deth of Field
Image by Hryck. via Flickr

Nara «Pionera Vanguardia Nacional», cacofónica y eufónica, se ama y se arma «hasta los dientes», se repite: «Tengo una erupción/ tengo una nación/ tengo una revolución si salgo por esa puerta».

Jamila Medina. Yo, espléndida puerta: visiones de una poesía con intersticios

Revista Desliz 3, Cuba, 2009

Mi cuerpo no es mi cuerpo, es una entidad sobreinterpretada, a la que sobran demasiados adjetivos y a la vez, faltan uñas. Hoy, aquí en Occidente, aquí en Latinoamérica, aquí en el Caribe, aquí en esta isla y en La Habana, un cuerpo no es nunca un cuerpo, sino un conjunto de palabras que evocan cualidades pero que excluyen la voz posible del cuerpo; con suerte, a veces el trópico regala ante una sorpresa visual algunos espontáneos y elocuentes monosílabos que se asemejan más a lo que una pudiera imaginarse como discurso de cuerpo.

Un cuerpo es esbelto, exquisito, ligero, brutal, manoseado, impoluto e imponente, con demasiada frecuencia. Un cuerpo no-cuerpo, es esta habla sin pelos, dientes ni fluidos. Mientras la ciudad se narra cada vez más en términos vitales, los de un ser orgánico, con vida propia, el cuerpo queda a ciegas consigo mismo. La glocalidad se palabrea como un corpus: allí se intercambian “flujos” de información, se “circula” por las calles, mientras el capital agrícola mexicano de Sinaloa, por ejemplo, “está en manos del narcotráfico”. La ciudad se humaniza, pero el cuerpo no está ahí tampoco. ¿A fin de cuentas, qué es lo humano? ¿No habría que llenar esa misma noción de materia corporal, léase de vahídos, estertores y deshechos?

Entonces, intentemos decirlo de una vez: la palabra civil necesita de la palabra de un individuo que no huya de su cuerpo, sino que sepa dialogar a solas con su muerte. Vivir a través de un cuerpo, es también cargar con la certeza de una muerte inminente. Y sí, las células madres son una esperanza, ¿pero quién quiere en realidad la inmortalidad?, y tanto mejor: ¿quién puede vivir con ella?

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Consejos de belleza http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/schonheitstipps/ http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/schonheitstipps/#comments Tue, 10 Aug 2010 18:52:07 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=596

Hace más de un siglo que la belleza, esa gran tirana, dejó de ser el concepto rector del arte: valores como “hermoso” o “feo” resultan inoperantes al momento de juzgar una obra. Sin embargo, en contraposición, la belleza (o más bien un concepto muy particular y restringido de belleza) se ha convertido en una norma social. Nuestros cuerpos padecen el yugo de una dictadura estética.

Por supuesto que siempre ha habido personas, que según los patrones culturales del momento, resultan más bellas que otras. Y por supuesto que dichos patrones culturales influyen en lo que una persona encuentra atractiva en otra. Pero también, tanto entonces como ahora, existen atracciones inexplicables, atracciones que desafían el concepto de belleza que se tiene y que algunos científicos han querido achacar a las feromonas. Sin embargo, lo que quiero decir es que, independientemente de que cada época tenga un canon de belleza, quizá nunca, como en este momento, ese canon había sido tan brutal. Como si en este momento ser bello fuese una obligación moral. Como si la belleza, al haber sido dejada de lado por los artistas, se hubiese convertido en una responsabilidad del resto de los ciudadanos.

Cada persona, parecería, tiene la obligación de ser tan bella como una escultura, pero no una escultura contemporánea, sino una de la Grecia clásica. Y la sociedad ha creado mecanismos de coerción. Un ejemplo: las tallas y modelos de la ropa que uno puede comprar en las tiendas. Tallas y modelos (cada vez más ajustados) que funcionan como una regla al que el propio cuerpo debe “ajustarse”. Lo contrario a la vieja idea de ir al sastre o a la costurera: allí el cuerpo dictaba sus propias medidas: ¡qué épocas de libertad! Ahora el cuerpo acata, como puede, medidas ajenas.

Estos últimos años se caracterizan también por la conquista de libertades individuales. Sin embargo, la moralidad se ha enmascarado de belleza. Como si no fuera un problema moral, sino estético, el derecho a ejercerlas. Como si solo los bellos tuvieran derecho a practicar su sexualidad: tal es la idea que parece refrendar el cine comercial y la pornografía convencional. Si un hombre, por ejemplo, siente predilección por las mujeres gordas del tipo de las venus paleolíticas, o por las señoras entradas en años, es decir, por mujeres fuera del canon de belleza actual que valora la esbeltez y la juventud, se convierte en una suerte de “desviado” y si quiere encontrar un video porno que le satisfaga tendrá que buscarlo en el apartado de filias. Sí, se desvía de la norma que dice que sólo ciertos cuerpos que reúnen determinadas cualidades estéticas pueden ser entendidos como deseables. Cuando en realidad cada cuerpo es un fascinante desvío de la norma.

Pero en vez de liberar nuestros cuerpos como el arte contemporáneo, queremos ser clásicos. Y al no poder cumplir con la norma estética preferimos, en un acto de buen gusto, quedarnos solos en casa mirando por televisión esos infomerciales sobre aparatos para hacer abdominales con los que se torturan los cuerpos que desviados de la norma insisten en intentar acatarla. Sólo para confirmar aquello que un querido amigo, Juan Carlos Bautista, escribió: “el único cuerpo para el que estamos capacitados para odiar con total encono es el propio cuerpo”.

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¡Help! Una diosa se ha sentado a mi lado http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/help-eine-gottin-hat-sich-neben-mich-gesetzt/ http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/help-eine-gottin-hat-sich-neben-mich-gesetzt/#comments Mon, 09 Aug 2010 07:08:47 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=593

En el trufi. Foto: Javier Badani

Sudan. Mis manos sudan. Una diosa acaba de sentarse a mi lado en el trufi y yo sólo atino a segregar mi timidez, mientras rozo su cuerpo impulsado por el vaivén del vehículo. ¿Qué? ¿Qué no sabes que es un trufi? Te explico. Es un medio de transporte público muy particular que conecta el centro de La Paz con la zona Sur. Los choferes de los trufis utilizan el tradicional sedan de cuatro puertas de Toyota. Claro, para ganar más dinero, habilitaron un “asiento” (mejor dicho, un almohadón) extra en la parte delantera del coche. Así que olvídate de la idea original de aquel diseñador japonés que tardó años concibiendo un auto que transportara de forma cómoda a cuatro personas, aquí el ingenio criollo le agregó espacio para un pasajero adicional. Ahora, ¿entiendes mi problema? Aquí estoy, en medio del sándwich, sin poder mover nada más que la cabeza, más apretado que una sardina en lata de conserva.

A mi lado izquierdo, el oloroso chofer del trufi que aporrea una y otra vez mi rodilla, cada vez que cambia la velocidad en la caja de cambios. Mi lado izquierdo se siente invadido.

Y a mi derecha, una veinteañera que huele a primavera y cuyas pierna y brazo izquierdos me chocan, me golpean con el bamboleo del coche. Mi lado derecho quiere invadir.

Ella tiene suavecita la piel, eso me informa ese pedacito de brazo que la roza de rato en rato. Y parece que tiene… No, no, sí tiene amplias caderas y parecen querer fundirse a las mías cada vez que el trufi encara una pronunciada curva. Cierro los ojos e intento disfrutar de este momento a su lado y, al mismo tiempo, busco aislar de mi mente la molesta presencia del cuerpo del chofer. “Cosa rara la piel, el cuerpo”, me digo. Sólo bastaron pequeños contactos para desencadenar una reacción física y mental de imprevisible final.Y estas manos que no dejan de sudar. En sí, todo mi cuerpo parece haberse transformado en un ente líquido.

Curvas que van, curvas que vienen. No cabe duda que decenas de batallas de orden corporal se gestan a lo largo del día en el asiento delantero de un trufi.

En este caso, el cuerpo del quinto pasajero —o sea, el mío— busca a toda costa escapar del contacto con las regordetas extremidades del conductor, batalla, debo confesar, harto perdida.

Del otro lado, en cambio, ya se ha entablado un diálogo interesante entre los vellos del brazo mío con los de la veinteañera de olor primaveral. Se hablan, se tocan. “Por algo hay que comenzar”, me conforto.

De pronto llega el abrupto final. “¡Bajo en la esquina!”, le dice la muchacha al chofer. El trufi para, la diosa baja y mi cuerpo ya no suda, ahora llora.

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La ciudad como cuerpo y como chiste http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/die-stadt-als-korper-und-witz/ Tue, 03 Aug 2010 14:31:05 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=565

Yo como un niño en la ciudad.

• Voy por la calle dentro de un taxi observando el cuerpo de las personas que caminan por la ciudad. Observo si sus cuerpos se adaptan a Montevideo o si es Montevideo la que se adapta a sus cuerpos. Voy acurrucado en la parte trasera del taxi porque soy grande, mido un metro con noventa, y en los taxis de Montevideo hace varios años se ha instalado una mampara protectora que separa al chofer de los pasajeros por temas de seguridad. Para los grandes, como yo, es muy difícil viajar en un taxi ya que siempre tenemos que ir de costado porque en posición normal nuestras rodillas chocan con la mampara. Si el taxi frena de golpe, nos golpeamos la cara contra la mampara. Si el taxi choca, es muy probable que nos rompamos un diente o nos fracturemos algún huesito de la cara. Los taxis montevideanos no están hechos para los cuerpos montevideanos.

• Desde el taxi veo los hábitos de circulación de los cuerpos montevideanos en relación a la ciudad. Me fijo como nos movemos entre las venas de esta capital, como se cruzan los ciudadanos en sus arterias principales, como se aglomeran en sus espacios abiertos, como chocan contra sus huesos, como doblan en sus articulaciones, como se esconden en sus agujeros. Si mi ciudad fuese un cuerpo, ¿qué parte de la ciudad sería el sexo?

• Primero pensé que serían los hospitales. Allí nacen los niños, allí se mezclan los líquidos enfermizos de la gente, allí mueren, allí nacen, allí empiezan y terminan las grandes masas de ciudadanos. Pero después me doy cuenta que el sexo es más que eso, que necesito buscar qué parte de la ciudad se reproduce, se enfiesta, goza de si misma. Si quisiera ser hipócrita, diría que el sexo de la ciudad se encuentra en cada cama de nuestros hogares… mentira!

• Uruguay tiene una enfermedad terminal desde el punto de vista de la reproducción. Su población no crece y ya de por si es muy pequeña, sus pocos jóvenes migran tempranamente. Somos escasos tres millones y medio de personas, y parece que no tuviésemos las ganas suficientes como para crecer. No da para plantear una imagen de país en donde las camas son una fiesta. No, las camas de este país son más para dormir que para otra cosa.

• Sin embargo cojemos y nos reproducimos y nos enfiestamos, pero no somos muchos, es más, somos bastante pocos, pero estamos uniendo adeptos, estamos evangelizando ciudadanos. Me incluyo porque siempre voy a estar en el sexo de la ciudad, lo prefiero mil veces a sus brazos trabajadores, a su cabeza innovadora o a sus pies ágiles. Siempre busco el sexo de mi ciudad, ese acceso a lo escondido, al placer, al exceso, lo obsceno, la bella perla milagrosa en medio de lo sanguinolento y mugroso. Hay que meterse en el río para encontrar las pepitas de oro.

• Mi ciudad es un cuerpo viejo y nosotros somos viejos en la ciudad. Somos un país joven – todavía no cumplimos doscientos años que igual ya estamos festejando aunque nos falte oficialmente unos veinte años- pero estamos muy viejos. Así me presenté yo al inicio de todo este juego de escritura como hace 5 ensayos atrás. “Soy un viejo en el cuerpo de un joven” y lo mismo le pasa a la ciudad. Su estado natural es el de la lentitud, la tristeza y la nostalgia. Al menos así lo sentimos… sentíamos…

• Algo está pasando: una suerte de Benjamin Button a escala país- ja, sé que la comparación es espantosa pero no me logro acordar del otro libro más culturoso que trataba de la misma historia- . La ciudad y su gente, a medida que pasa el tiempo, han empezado a rejuvenecer. No estamos ni cerca de ser niños, ni adolescentes ni mucho menos jóvenes treintañeros. Pero hay una brisa de adultez que está recorriendo los suelos de nuestra patria. Como si derepente hubiésemos pasado de los 70 años a los 50. Entonces queremos coger un poquito más, tenemos alguna esperanzas y expectativa de vida, de que nos queda un tiempo por delante, hasta nos animamos a jugar un partiditos de futbol y ganarlo si un milagro nos ayuda!

• Algo está cambiando, Uruguay ha salido de la vejez y entro en la madurez, con un poco de suerte se cumpla aquel chiste de quino. Tal vez Uruguay sea aquel chiste. JA! Ojalá.

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La vida según Quino

… Pienso que la forma en que la vida fluye está mal. Debería ser al revés: Uno debería morir primero para salir de eso de una vez.

Luego, vivir en un asilo de ancianos hasta que te saquen cuando ya no eres tan viejo para estar ahí.

Entonces empiezas a trabajar, trabajar por cuarenta años hasta que eres lo suficientemente joven para disfrutar de tu jubilación.

Luego fiestas, parrandas, alcohol. Diversión, amantes, novios, novias, todo, hasta que estés listo para entrar a la secundaria…

Después pasas a la primaria y eres un niñ@ que se la pasa jugando sin responsabiliddes de ningún tipo…

Luego pasas a ser un bebé, y vas de nuevo al vientre materno, y ahí pasas los mejores y últimos 9 meses de tu vida flotando en un líquido tibio, hasta que tu vida se apaga en un tremendo orgasmo…

¡¡¡ESO SÍ ES VIDA!!!

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Lluvia y cuerpo http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/regen-und-korper/ http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/regen-und-korper/#comments Tue, 03 Aug 2010 07:00:20 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=555 * El cuerpo es la única relación que es para siempre. El divorcio  es imposible y el camino se hace largo. Me parece que el aprecio por el cuerpo propio es algo que se gana a golpes. Se necesita tener un melanoma, hincharse un huevo, quebrarse una pata. Hace dos años estaba en esta misma latitud pensando en mi tumor, cuando por fin se validaba mi hipcondría de larga data. Años de estar acostumbrada a miedos más que dolores, y ahora por fin, una pelota redonda  y enorme donde fijar todas mis expectativas.

* Me sorprende este texto durmiendo en el bosque, en una pequeña casa de la familia en la selva tropical cerca de la costa. Es la época lluviosa y las tormentas llenan los ríos e inundan los campos. En la mañana tomo café y salgo descalza a tocar la tierra. Hay caracoles diminutos, pequeñísimas ranas, lagartijas que corren sobre el agua, gusanos que se arrastran entre los dedos. Todos están saliendo espantados del barro, bombardeados por las gotas y los pasos, alertados por la cafeína que ahora sudo. Ellos y yo, aquí todos somos cuerpo.

* Mis pies están llenos de cicatrices de todas las veces que me he parado en un vidrio, mis piernas han sido golpeadas por mesas, tablas de surf, salientes en el asfalto, depilaciones apresuradas, la vida corriendo por otros países y quizás huyendo de este. Examino las marcas mientras estamos sentados en la arena de la playa quemándonos la piel y los deseos. Todas estas cicatrices menores son mucho más evidentes que la cicatriz de cuando me sacaron el tumor, que está debajo del traje de baño como si nada hubiera pasado.

* Cuando flotamos en el mar sabemos exactamente el peso que tenemos, el hígado dolorosamente hinchado por el alcohol de ayer . Nosotros intoxicándonos y el cuerpo perdonándonos constantemente. Abrimos la boca y nos llenamos los pulmones de aire, eso que nos levanta a la superficie y nos salva de la muerte. De repente empieza a llover y a nadie le importa. La lluvia tropical es como una sábana blanca que cae sobre las personas y las cosas. A veces me parece que respiramos debajo del agua, sin pensarlo mucho, y que es a los primates marinos a quienes debemos esta fisiología improbable.

* Cuando yo nací no tenía una cuna, sino una hamaca como esta en la que me acuesto en las noches, y me balanceaba entre mis padres y las estrellas bajo el halo de un mosquitero. Era la forma en que nos íbamos a dormir todos con menos miedo, oyendo las gotas golpear el techo. A veces extraño ese calor de sus cuerpos, sus manos salvadoras, el vaivén de la hamaca en una parábola predecible. Entre entonces y ahora han venido los males, cicatrices y arrugas, dudas sobre la mortalidad propia y ajena, la salud y la enfermedad que se intercambian como las olas. La hamaca todavía sostiene mi cuerpo, este misterio regulado por sus propias mareas, una masa concreta que se deteriora lentamente de formas alarmantes y se regenera sin avisar,  que de alguna forma todavía me contiene.

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Diario http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/tagebuch/ Fri, 30 Jul 2010 06:48:04 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=554 El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro…

Roland Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso

Ayer volví a la que había sido mi casa con la intensión de juntar algunas cosas que había dejado: libros, discos, ropa, papeles, juguetes de colección que exhibíamos en una biblioteca y que eran la envidia de todos lo de mi generación: la colección de Star Wars, Astroboy, Meteoro, la colección de los chocolatines Jack y otras joyitas…

Fui seleccionando, y separando lo que me llevaría y lo que quedaría ella.

Mis libros encerrados en cajas que fui rotulando “María” y fui apilando en un rincón de la sala. Nuestra colección de juguetes, ahora incompleta para las dos, en una cajita más pequeña que rotulé “María– Frágil”  y que ahora suena irónico, pero en ese momento no fue metáfora, fue literal.

Cuando terminé de vaciar la biblioteca más grande y la miré, observé que había quedado la marca de cada una de las cosas que había sacado. Desde que yo me había ido de la casa, era evidente que nunca, nadie, había pasado un plumero o un trapo porque las siluetas de las cosas quedaron enmarcadas por líneas perfectas de polvo. Un dibujo indicaba el vacío, lo que ya no estaba. Un cuerpo sólo percibido por su ausencia: la forma vacía de un animal, de un autito, de un robot…

Me quedé mirando y pensé si alguien notaría el vacío que dejó en mi cuerpo su ausencia. En cuánto tiempo el polvo cubriría esa imagen. ¿Cuánto tendría que esperar?

Miro mi cuerpo como si fuera un mapa, cuento las siluetas de todos lxs que lo habitaron en algún momento, busco alguna respuesta pero este mapa no explica nada.

Esta es la semántica natural de los cuerpos: las palabras son invisibles y el límite es otro cuerpo.

Esto es lo que hay. Es todo lo que hay.

Quiero escribir sobre la intimidad, sobre el atravesamiento de los cuerpos… en cómo mi cuerpo fue habitado por otro y en cómo hacer para deshabitarme, palabra tras palabra.

¡Un juicio de desalojo, eso tengo que hacer!

Arrojo insultos, sustancias proyectivas, quiero que haya un culpable, y que no sea yo.

Leo sólo libros cuyos títulos me hablen de la soledad, de la intimidad y el amor: Silencio no estar solo, Fragmentos de un discurso amoroso, Un año sin amor, La nada, frases que acaricio sombríamente. Si el título no menciona alguna de estas cuestiones, no lo leo. Me quiero intoxicar. No, me quiero purificar, quiero encontrarme a mí misma, ¡quiero ser un maldito fuckyn monje zen!

Ahora, mientras escribo este diario, estoy sentada en una habitación vacía y blanca. Las cajas cerradas todavía y apiladas en un rincón. Estoy en una casa extraña que deberá ser mi hogar.

Escribo en una servilleta un párrafo que no quiero olvidar:

“No existe espacio si no existe luz. No es posible pensar el mundo sin pensar la luz…y sin embargo dentro de cada cuerpo todo es oscuridad, zonas del Universo a las que la luz jamás tocará, y si lo hace es porque está enfermo o descompuesto. Asusta pensar que existes porque existe en ti esa muerte, esa noche para siempre.” *

*Agustín Fernández Mallo en Nocilla Dream

(escrito en Buenos Aires, 25 de julio de 2010)
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