Colonia Tovar – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Sin título http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/ohne-titel/ http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/ohne-titel/#comments Thu, 23 Sep 2010 15:57:20 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2213 Acabo de recibir el itinerario de vuelo a Cartagena, una invitación de la Fundación Carolina para participar en octubre en el Encuentro Iberoamericano de Jóvenes. Hace cuatro meses estuve en La Habana realizando la primera parte de una investigación periodística, y un mes después, en Madrid, Barcelona y Estocolmo, presentando un performance intelectual y cursi junto a otro escritor venezolano, dos catalanes y una colombiana, que ya habíamos mostrado en Bogotá y en Mérida, y que esperamos repetir en la Balada Literaria de Sao Paulo, en noviembre. Esa mezcla de lectura y puesta en escena es en homenaje a un autor chileno. También colaboro con Los Superdemokráticos, un blog bilingüe castellano-alemán que proyectaron dos poetas, una de Berlín y otra de La Paz, junto a un grupo de gente que tiene que ver con disciplinas que imagino múltiples y complementarias. Allí escriben una venezolana residenciada en Israel y una costarricense que vive en San Francisco a las que leo sin fallar, y a las que publicaría con los ojos cerrados si tuviera la editorial que no tengo. Quien sí tiene una pequeña, según creo, es una maracucha que se mudó a Buenos Aires, ciudad que espero visitar el próximo año cuando bautice mi próximo reportaje, si todo sale según lo planeado, en la Feria Internacional del Libro. Soy de San Félix, vivo en Caracas y dentro de dos semanas, probablemente, viaje algunos días a La Colonia Tovar, un pueblito montañoso ubicado a unos 50 kilómetros, donde el principal atractivo es su impronta cultural alemana, que se debe al origen de sus primeros pobladores: rubios enormes, salchichas, casas alpinas.

Pese a tanto desplazamiento, mis bolsillos viven vacíos, como espejos de mi cuenta corriente y en claro contraste con mi tarjeta de crédito, que casi muere de tanto inflarse; por eso quise regresar otro par de meses a la unidad de investigación de Últimas Noticias, el diario de circulación nacional de mayor tiraje en Venezuela, donde entre enero y febrero cumplí con rigor media docena de buenas pautas, una de ellas sobre la situación de los haitianos en mi país, luego del terremoto que demostró que siempre se puede estar peor. Pero no había espacio, así que he tenido que inventarme algunos talleres sobre creación literaria y crónica periodística, en los que leeremos a autores nacidos en lugares tan distantes entre sí como Praga, Estambul y Washington.

Mi hija de casi dos años, que adora –como se adora a los dioses– la canción que Shakira interpretó y bailó para animar el mundial de Sudáfrica y que ya antes habían cantado Las chicas del can, ese extraño y palpitante experimento musical nacido en Santo Domingo, estrenó esta semana una guardería que tiene como imagen principal a un animal que quizá no haya pisado suelo patrio ni por accidente: un canguro. Desde ese mundial de final europea, he conocido a una catalana que vivió en México y viaja constantemente a Los Pirienos, a una nieta de portugueses e italianos, a otra nieta de italianos y gallegos, y a una francesa de abuelos franceses y vietnamitas que se mudó de país por décima segunda vez; a unas las veo de vez en cuando y con las otras dos me mantengo en contacto gracias a la tecnología. Eso lo sabe mi compañero de casa, que es un gran creativo publicitario y tiene talento y experiencia, además de humildad, pero ha decidido que necesita un sueño y cumplirlo pasa por irse a estudiar cine en Nueva York o en Europa del Este. Hay un tema con el idioma, negro, le digo. Catire, me responde, eso es lo de menos, para el que quiere aprender, las fronteras no existen. Yo creo que me dice eso porque es un romántico, que él, que ya vivió en Chicago, también sabe que las fronteras existen al igual que los idiomas y los pasaportes y las culturas e idiosincrasias, con sus resistencias y pasados y miradas torvas, y que esto de la globalización lo inventó alguien que necesitaba hacerse notar o vender algo, porque yo no sé cómo un mortal de este lado del mundo podría estar en contacto con tantas culturas al mismo tiempo, sin tener ni siquiera un ticket para el Metro en su bolsillo ni un televisor en su cuarto.

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