Tuve un sueño.
En mi sueño no existían los Talkshows, ni las mesas redondas en las que se discuten temas de supuesta actualidad, una y otra vez, por los mismos expertos y tampoco existían los intelectuales del jetset, ya que volar se había vuelto impagable. Pensadores de la región daban conferencias a las que se invitaba a la gente corriendo la voz. Se había abolido la televisión, porque ya nadie la veía. La Internet estaba controlada, ahora sólo el que pagaba, podía poner información en la red. Sólo se podía navegar una hora sin pagar, después se pagaba por minuto. En Facebook costaba la publicación, me gusta y mensaje- La suma mensual de 20 euros no asustó a nadie, lo que llevó a Zuckerberg a recurrir a otras modalidades de pago. Como hace mucho se le había dejado de invertir a las bibliotecas, se acabaron en 2011 la totalidad de los fondos. Estas se digitalizaron después en Ebooks, con el fin de ahorrar costes y espacio. Aquí en el año 2033 son escasos los dispositivos de lectura con los que se hubiera podido leer viejos archivos. Y en Amazon y Google sólo se encontraban a un precio asequible los clásicos de la literatura norteamericana. Muchos autores escriben ahora en inglés o en chino, ya que el mercado sólo demandaba esas lenguas – los idiomas más pequeños se mantuvieron en niveles mínimos de uso diario, su vocabulario se truncó. Al que poseía un diccionario se le veía como leyenda local.
El que tenía algo que decir y no lo quería transmitir sólo de forma oral, tenía que buscarse una de las pocas tipografías existentes, y allí reproducir su escrito a mano o bien buscarse un copista, a un escribiente. El papel se había vuelto caro, así como todas las materias primas, pero quien tenía conexiones, podía tener acceso a las antiguas reservas de las editoriales. La mayoría había quebrado por no haber desarrollado programas autónomos y relevantes, y por haberse sometido más y más a los departamentos de marketing. Los honorarios para las cubiertas de los libros eran superiores a la de los anticipos pagados a los autores. De ahí que estos últimos hayan pasado en cantidades a editar sus propios libros para no tener que contar con el riesgo de que sólo después de seis meses de publicación, sus obras se hayan convertido en maculatura. Quien no lograba reunir el dinero suficiente para un libro entero, se sentía conformaba con volantes o pequeñas ediciones que por lo general pasaban por muchas manos. Debido a su escasez, cada idea por separado era valiosa. Como el desempleo había llegado casi a un 100 por ciento, el Estado le apostó a los programas de educación regionales organizados la ciudadanía, así como a la cosmética natural y al deporte. En fin, algo que ayudara a evitar el aislamiento. Esto hacía recordar a algunos a los años 30 en Alemania, y añoraban con volver al individualismo de finales del siglo XX. No obstante, ya este se había perdido irremediablemente. Ahora imperaba un nuevo colectivismo de la responsabilidad…
Desperté sobresaltada cuando se me sirvió un menú de tres platos. What would you like to drink, M’am? Tomato Juice, please.
Y agarré un periódico de papel, el Herald Tribune, donde aparecía un retrato del escritor japonés Haruki Murakami, quien afirmaba sobre sí mismo ser 99 por ciento autor y uno por ciento ciudadano. Si tenía una opinión política que dar, la daría sin titubear. Y él fue así una de las voces más fuertes que se pronunció en contra del uso continuado de la energía nuclear. Por lo demás, escribe el periodista, éste vive como un monje con 10.000 discos LP de los tiempos en que tenía un bar de jazz en Tokio. Un intelectual oculto. Él también se habría merecido el premio nobel.
Please fasten seatbelts. Ready for landing.
Traducción: Adriana Redondo
]]>Sin embargo, para mí la tierra tiene extrañas máculas. Está segmentada y deshilachada políticamente, y esta fragmentación siempre me recuerda que el ciudadano del mundo es algo ideal, apenas real, porque cada ciudadano se estrella contra las barreras políticas nacionales-estatales antes de poder convertise en un ciudadano del mundo (o mundos). Y eso, ya desde Cristóbal Colón. ¿El mundo es grande? No para todos. ¿Salvación? Depende. ¿Quién ha gobernado el mundo entero? ¡Nadie! Y nadie lo hará, porque el mundo entero no puede caber en sólo una cabeza. Ni siquiera se puede disponer de dinero en cualquier parte, por tanto: Money doesn‘t rule the whole world, but just a part of it.
No obstante, ¿cómo podría yo convertirme en ciudadana del mundo, al más puro espíritu de Humboldt? ¿Sería suficiente pasar más de seis meses al año en aviones, perdiendo por tanto mi residencia en Alemania? Me convertiría en una molestia y se me reclamaría que estableciera un lugar fijo de residencia; por los impuestos, claro, no existen los impuestos mundiales. Sería una apátrida, estaría perdida, nadie querría tener nada que ver conmigo. Tendría terribles problemas para viajar y entrar en otros países, porque no estaría claro de dónde procedo: ¡podría ser un elemento hostil! El estatus Mujer del Mundo es más fácil de alcanzar: sólo hace falta viajar un poco y poder contar muchas historias exóticas. Internet resulta de mucha ayuda para eso. Los ciudadanos del mundo (con todo lo que conllevan los términos “mundo” y “ciudadano”), a día de hoy no pueden ser nadie fuera de las organizaciones nacionales-estatales. El término es demasiado idealista: al fin y al cabo, el mundo no es tan redondo como se nos presenta.
La globalización es también un ideal, al cual le repugnan las asimetrías políticas del planeta. Es un término tan erróneo como universal o total. Lo ideal son los medios de coacción, sin llegar a ser regímenes por sí mismos. E, increíblemente, sólo Humboldt alcanzaría el ideal de ciudadano del mundo, porque incluso en sus tiempos el planeta estaba ya globalizado en las mentes de muchas personas. Sus ideales permanecen como tales hasta hoy, sin embargo. La globalización tiene mucho que ver con la pregunta: ¿cómo entra el mundo entero en mi cabeza? Y la respuesta para ello es la capitulación ante el miedo a la pérdida de peso social o cultural. Pero el mundo no abarca toda la tierra, ni observándolo de una forma global.
Traducción: Ralph del Valle
]]>¿Consecuencias? Hoy tenemos un expresidente, mito histórico y dinosaurio de la izquierda semi radical –Fidel Castro, sí- que reconoce en una entrevista la poca funcionalidad del modelo socialista cubano. Aunque luego se retractara, la declaración tiene vínculos demasiado evidentes con las nuevas medidas económicas del presidente, su hermano Raúl, donde por primera vez en 50 años no sólo se le da valor a la propiedad privada sino que se la incentiva por medio de despidos masivos. ¿Y cómo se refleja esto en mi vida cotidiana? Digamos que la globalización en materia económica es una leyenda de la que he escuchado tanto -y con un nivel similar de influencia sobre la realidad- que la historia de Papá Noel …
Otro signo de la globalización: migraciones en aumento. En el caso de Cuba otra vez el Estado nacionalista-comunista-socialista (esas han sido las distintas nominaciones del periodo revolucionario) ha impulsado olas de migración masiva, en contextos específicos y bajo términos y condiciones sumamente polémicas, mientras que por otro prohibió al ciudadano común viajar al extranjero, emitiendo un permiso de salida –y permiso de entrada para el cubano emigrado- que convierte a la isla en una gigantesca cárcel donde el mar hace las veces de frontera. Entonces… esto de las migraciones es un tema delicado para cualquier cubano, y está lejos de parecerse siquiera al modus vivendi de un privilegiado ciudadano del primer mundo.
Por último, cada uno de nosotros es un mosaico de elementos, reza la propaganda de la nueva ideología consentida del norte –la globalización, ¿cuál otra podría ser? Bueno, en Latinoamérica otro gallo cantaría o canta… Las independencias de nuestros países del régimen colonial se llevaron adelante excluyendo varias piezas del mosaico continental. Los habitantes originarios, más los negros y los chinos, junto a otros, fueron expulsados dentro de cada país hacia zonas periféricas de una sociedad criolla que se erigió como blanca y occidental.
Hacia finales de este proceso, muchos “etnólogos” –en Cuba tenemos a Fernando Ortiz- comenzaron a hablar de sincretismo, de transculturación, y en fin, de mezclas a diestra y siniestra. Sin embargo, ese empeño de concebir en una misma sopa a todas los ingredientes del mosaico es un movimiento reflexivo que tiene bastante de falaz y mucho del, como decimos por acá, “pasarse de listo”. Es una forma de incluir sin incluir: ¿qué vamos a incluir si todo está ya presente? La línea evolutiva de este pensamiento -que tuvo de positivista- llegó hasta nuestro siglo XX y tomó su lugar en la Revolución Cubana, cuando esta asumió la postura de eliminar todas las organizaciones de minorías en el país, y decidió declarar sin vigencia la discriminación racial de una manera suigéneris: ejerciendo la discriminación positiva, por un lado, y declarando que ningún revolucionario podía ser racista, por el otro. El análisis de cómo la Revolución Cubana ha manejado ideológicamente la diferencia entre “lo que debe ser” y “lo que es” llevaría a una buena lección de política. Desgraciadamente una lección de política que serviría para hablar de “multiculturalismo”, esa etiqueta globalizada.
]]>Doppelhelix - Wikipedia, GNU Free Documentation License
Cuando a alguien (como yo), a finales de la treintena, de repente le dice un funcionario en el senado de Berlín que por sus padres tiene antepasados inmigrantes y por lo tanto debe poner una equis en la casilla correspondiente en el formulario para recibir una beca, se tambalea la autoimagen de las cosas bonitas. Hasta entonces había dado por hecho que, simplemente, era alemana (en mi infancia nunca fui tratada como niño de inmigrantes, ya que la RDA prefirió esconder bajo la alfombra la histórica nota al pie en el currículum de mis padres, que habían sido expulsados o realojados o lo que quiera que fueran de los estados del este). Pero de pronto todo se complicó. A partir de entonces, necesité una palabra para restablecer mi equilibrio cognitivo: heterogeneidad.
Jo Schneider ya ha llamado la atención en su ensayo sobre el dichoso debate que se mantiene en este momento en Alemania sobre el ascenso y caída del cociente intelectual alemán debido a las familias inmigrantes (musulmanas). Una discusión así no es solamente risible, sino que, para mí (como alemana con pasado inmigrante recién salida del horno), no toca el problema real: la extraña naturalidad política del “ser alemán” como algo homogéneo. Ahí reside también una especie de supuesta herencia genética del ser alemán, que resuena latente en el debate actual, pero que no se toca desde los medios de comunicación. Si ningún gen determina decisivamente la subsistencia de una nación, pueblo, etc, entonces tampoco determina la del alemán. Así limita un estado la individualidad de sus ciudadanos, al certificarles un pasado que constituye un derecho para cada individuo, ya que cada individuo es libre para moverse de aquí a allí, desligarse de un contexto cultural y unirse de nuevo a otro. ¿O acaso la globalización sólo vale en un plano económico?
La actividad de los medios de comunicación alemanes para aclarar el estado de la investigación genética actual muestra todavía más: cualquiera puede convertirse en ciudadano alemán. Si ser alemán significa ciertas costumbres, un hábito específico, dominar la lengua alemana y haber disfrutado de una formación (en gran parte idealizada), eso significa únicamente que uno ha sido marcado por la actuación de un modelo (o entorno, por lo que a mí respecta) cultural específico. Afirmo sin ningún reparo que muchos de los llamados “alemanes homogéneos”, esto es, los alemanes sin orígenes inmigrantes, a menudo no encajan en el modelo pertinente. La pobreza de la formación en Alemania es el resultado de décadas de fracaso político, chapuzas y de incapacidad de realización en este área y un desplazamiento progresivo de la responsabilidad de la educación a la esfera privada familiar. Pero una responsabilidad de la educación que marca a un pueblo y que lo legitima como independiente no debería desplazarse al campus marcado por lo heterogéneo e individual de cada familia alemana, sino que debería ser independiente de ellas, debería salir de la fuerza vinculante del sistema de esta comunidad cultural. Para ello se debería entender primero esta comunidad como abierta, individualizada y, sobre todo, heterogénea y cambiante, y tener claro que en cada hogar se puede ser lo que desee (individuo, con cierto pañuelo en la cabeza, con cierto peinado o con lo que sea que le otorgue equilibrio espiritual). Alemania es por ley un estado laico, no deberían entrar consideraciones religiosas en los debates políticos, a no ser que todos nos engañemos.
Mis orígenes inmigrantes , y con ello mi heterogeneidad alemana, los cuento como mi ventaja cultural. Llevo algo siempre conmigo, algo de color en el horizonte. Si en algún momento puedo permitirme descodificar mi genoma, lo haré para ver si se puede demostrar en mí un modelo genético específico para la inmigración, que quizá yo le haya pasado a mi hija. A lo mejor ella también tendrá que oír en este país que pertenece a la segunda generación de una familia inmigrante. Pero quizá entonces, con más inteligencia, ya no usemos el término. Ahora que soy oficialmente una alemana con origen inmigrante, me siento así.
Traducción: Ralph del Valle
]]>Tapa de Sherry Yorke "Multicultural Literature" Foto: Linworth Books
Mi país es Cuba, pero me encuentro hoy de visita en los Estados Unidos, para ser más precisos, en Miami. Una ciudad asombrosa, llena de latinos –personas emigradas de Latinoamérica-, y con un clima parecido al de La Habana. El término latino sólo parece tener sentido acá, o en el resto de Estados Unidos y Canadá. Latino es una etiqueta que encuentro políticamente muy activa que da cuenta de diferencias y de cercanías culturales; a saber, las diferencias con el norteamericano o “gringo” y las semejanzas frente a este entre las distintas culturas latinoamericanas.
No es que todos los latinos tengan el mismo comportamiento en América del Norte, puesto que no es así. Los grupos de cubanos, puertorriqueños, mexicanos –estos pueden encontrarse en mayor número en Texas-, colombianos, dominicanos, entre otros muchos, se adaptan de manera diferente al american dream. En Miami, por ejemplo, los cubanos parecen obtener un económico american dream como tendencia. Sé de puertorriqueños en algún punto de esta ciudad que permanecen en un barrio identificado como pobre y negro. Lo primero es palpable allí, lo segundo tiene que ver con la manera en que se acomodan ciertas identidades culturales en el imaginario norteño donde predomina ese “white people” que hace referencia a una superioridad étnica y político/económica al mismo tiempo. Cuando se dice white people se piensa en anglosajones o en descendientes de estos. Significativamente, todo lo que caiga fuera no es “blanco”, lo que recuerda el hecho de que la idea de raza nació en tiempos de la colonización de América.
En una reunión informal de estudiantes y trabajadores de la biblioteca de la Universidad de Miami encontré a jóvenes emigrados de Puerto Rico, México, Colombia, Haití, Cuba… Todos llevaban años de vivir en Estados Unidos, y mi impresión es que hablaban de su país de origen como si hablaran de un pasado lejano, o de un sitio del que había que salir porque Estados Unidos es un mejor lugar. Me preguntaron si no quería quedarme a vivir acá en vez de regresarme a Cuba. Cuando respondí que no, me preguntaron por qué. ¿Por qué querría alguien regresar a un país donde la situación económica y sociopolítica es inestable y hasta pesadillezca –en el sentido de que parece recorrer un círculo vicioso sin salida aparente?. Mi respuesta no es una razón, sino una intuición. Quiero regresar porque si me parece importante la identidad latina como una manera de expandir las fronteras de ideologías nocivas y hasta cierto punto caducas de la identidad nacional. Me parece también importante el trabajo con la sociedad civil de los países que dejan atrás cuando emigran. Más que una emigración para el caso de Cuba, y de cualquier país latinoamericano tan acostumbrado a despedidas y familias separadas por océanos, creo importante un estar aquí mientras se está allá y viceversa. No mirar hacia el norte o hacia Europa como modelo, sino como ejemplo de lo que no somos ni seremos nunca. Propongo pues el viaje como aprendizaje, no la emigración y el adquirir una nueva identidad nacional o una doble identidad nacional, sino el llegar desde una identidad nacional caduca o en vías de transformación -¿cuándo no ha pasado eso en América?- hacia una forma de identidad que cruce el conocimiento empírico –o sea, la experiencia de un conocimiento que no puede ser adquirido de otra forma…– en torno a las prácticas culturales de otros con las propias.
Propongo una manera de practicar la extranjería como acción cívica. Mi patria, mi ciudad, se encuentran sobre todo en las intersecciones. Y creo que no soy la única…
]]>Mi horóscopo estaba agotado. Demasiado ácido cianhídrico, demasiados cambios de humor, demasiado universo. Ayer vi al ciudadano perfecto. Tenía cabellos dorados. Era inteligente y leído, sin mácula, inocente y limpio. Rebosaba buen juicio. Frente a él, yo seguramente era Mercurio. Un planeta abollado. O Plutón, atrás en algún lugar oscuro, o Júpiter, Neptuno, el lado oscuro de la galaxia. La antimateria. Él no podía imaginar la carga que significaba para mi. Él no se imagina nada. Él es el ciudadano perfecto. No proviene de un hogar roto, no tiene caprichos creativos, no tiene cortes en los brazos, no vomita dolor, no tiene ningún dolor. Un miopía como máximo.
La tierra vista desde Mercurio. Fotografiada por el „Messenger“.
Una sonda, que se enroscará en la órbita el año que viene.
Yo escribo por dinero, yo escribo por amor, escribo para la suerte.
Ellos me pagan con veneno.
Vivo en el lugar y el tiempo equivocados. Demasiado universo.
El ciudadano perfecto, un césped inmaculado, la prudencia. Alguien del lado luminoso.
En cuanto uno observa un objeto se modifica. Relación de indeterminación.
Me siento como un adolescente, todos los días vuelvo a perderme desde el principio.
– ¿Sabías que los Gauloises en Francia son una marca para gente de medio pelo?
-No, no lo sabía.
-También en Rusia. Allí son chic esos cigarrillos delgados.
Demasiado yo también. Un mundo que se refleja. ¿Conoces eso?
Cuando el cerebro se calienta. Se prolonga. Un punto lejano.
Y me siento triste frente a mi máquina de sueños. La máquina de sueños en la playa bajo el firmamento. Todos caminan al vacío.
El ciudadano perfecto me preguntó por dinero, se deja invitar. Me da venenos. Veo las fábricas en las que son producidos. Las fábricas son inexpugnables. Serán recorridas. Son de un tiempo distinto.
Busco la frecuencia común, no la encuentro.
Lo que decimos está codificado.
Se refleja en el acensor. Un mundo reflejado en el que me enciendo un Gauloises.
Por lo menos nos abrazamos al despedirnos.
Traducción: Rery Maldonado
]]>Sigo enojada por eso. Me dí cuenta de la poca influenca que tienen las elecciones democráticas y los movimientos sociales en la política, de que vivimos en una „postdemocracia“, según la define el politólogo britanico Colin Crouch. Elites económicas, grupos de lobbyistas y asesores toman las desiciones, porque el Estado se retira cada vez más de su tarea de asistir al ciudadano. Crouch pide que se creen nuevas identidades ciudadanas.
¿Cómo podrían verse? Emma Braslavsky sugiere un posicionamiento cotidiano como „Ciudadano-Individuo“, que se caracteriza por la adaptación y la resistencia. Lizabel Mónica se siente llamada a nalizar las „frases politicamente inactivas“ en el texto de Rene Hamann. Nesecitamos pues, un permanente ensanchamiento de nuestra conciencia. Solo en la medida en que las realidades son reconocidas y adecuadamente descritas pueden modificarse, ya sea en Megacities, como las de Leo Felipe Campos o Calos Manuel Velázquez o atravez de „objetos mágicos“ (Fernando Barrientos), con los que se consigen lugares imaginarios autogestionados y con eso una retroalimentación en la que interviene la realidad. Tomar una libro en la mano, es algo que podemos elegir.
Si „ciudadano“ es un concepto usado y antiguo, uno que ya en su forma primitiva era elitario, ya que solamente hombres poderosos podían elegir en la Polis, tenemos que reciclar al ciudadano, lo digo así en nombre de los alemanes, que siempre queremos reciclarlo todo. Si nos ponemos juntos a pensar, podríamos hacer de los „No-Lugares“ (Karen Naundorf) ahora a menudo muy virtuales, en los que el sujeto se siente libre, pero en los que al mismo tiempo está „permanentemente ausente“, nuestros bares habituales. Con eso no quiero proponer una vuelta la cultura original, sino a una cultura de la comunidad. Todos necesitamos nuestro lugar en el que augmented reality, en el burguésamente cotilleemos (Luis Felipe Fabre) y presentemos nuestras posiciones. Donde seamos nuestros propios representantes.
]]>(R)evolution (c) by Emma Braslavsky
Siempre me ha enervado el unirme a un movimiento, partido o a un grupo cualquiera. Detesto los actos multitudinarios y las excursiones en grupo. Si alguien me pregunta por mi posición política, respondo: autodinámica. Si alguien me pregunta por mi pertenencia religiosa, digo: autoerótica. A la pregunta de cuánta influencia sería capaz de aceptar por mi país como individuo totalmente autónomo, debo conceder: ninguna que sea convulsiva en tanto en cuanto no despliegue una fuerza material à la Berggruen o à la Albrecht. La materia desarrolla atracción, dijo mi profesor de Física, y nos aclaró con un billete de 5 marcos y otro de 100 la diferente fuerza con que se precipita la atracción de las partículas en ambos. Para los románticos que leen este blog, digo pues: mi vida comprende la narración, la escritura y el amor. Para los realistas entre vosotros, admito que mi vida está determinada por mi familia, mi lucha con el sistema berlinés de educación y por la superación de los propios gastos administrativos burgueses, dado que yo misma soy sierva y autónoma y debo y quiero asumir toda la responsabilidad. Y para los que sois materialistas, confieso que desde siempre mi vida está marcada por billetes y divisas cambiantes, por reformas monetarias y expropiaciones, y por tanto está consiguientemente curtida.
Huxley pontificaba a los lectores con la cita
Los hombres sabios buscan por sí mismos las experiencias que desean tener.
Si tuviera razón con esto, ¿hubiéramos tenido algunos de nosotros la posibilidad de elegir el segregarnos de los efectos de esta miseria financiera y política? Pero a Huxley le fluctúa, como la mayoría de nosotros, el sofisma de que una elección es siempre un acto de autoafirmación. Por lo tanto, no tienes en general ninguna influencia sobre lo que puedes elegir. La elección, como derecho fundamental democrático de cualquier ciudadano emancipado, no es para mí sino la justificación para la democracia y la co-gestión. Por ejemplo, en un restaurante, uno puede elegir de lo que se oferta. Si tengo suerte, puedo cambiar las patatas por arroz en un plato. Pero no serás bien recibido si ocasionas demasiadas “molestias”. Demasiada co-gestión es molesta para la gran mayoría.
Cuando se juntan el “ciudadano” y el “individuo”, no siempre surge una relación de amor. Las lenguas anarquistas podrían incluso esperar que ambos se acribillaran mutuamente. Pero, con la mano en el corazón: ¿quién de nosotros tiene ganas de estar corriendo todo el día por ahí con el megáfono y darle la vuelta al “sistema”? ¿Quién de nosotros quiere estar votándolo todo las 24 horas del día todos los días? Un distintivo de la vida es la simetría entre el acomodo y la resistencia. Eso se puede transmitir con tranquilidad a la sociedad. Ser un individuo no significa otra cosa que poder tomar con convencimiento una posición propia en la vida, así como poder abandonar también con convencimiento dicha posición. Un individuo está desnudo. Un ciudadano nunca está desnudo. Reconoce colores, se relaciona y está relacionado con una macroestructura. Un ciudadano-individuo puede borrarse de esta macroestructura y entrar en otra. Y puede disfrutar y rechazar simultáneamente cualquier macroestructura. En el próximo ensayo continuará el análisis y las aplicaciones prácticas para la vida. Por cierto, en la “superación” de la oposición yace un tipo de sublimación. Superación con el significado de: aguantan y triunfan. Si a alguien le gusta, puede elegir su propio título para este ensayo. A quien no, debería hacerlo.
Traducción: Ralph del Valle
]]>Ninguna bandera me place. Si se acaba el agua en el medio oriente, yo me devuelvo a Venezuela. Si se inicia otra guerra, si un atentado me toca de cerca, si el mediterráneo arde de medusas, si la tan prometida bomba atómica por fin recala por estos lados, yo me devuelvo a mi casa. Pero mi casa no es ya mi casa, sino un campo de batalla en el que la violencia y el hampa le van ganando con muchísima ventaja a cualquier buena intención. Venezuela va cuesta abajo en su rodada por / o a pesar de ese invento llamado “socialismo del siglo XXI”. Una doctrina supuestamente novedosa, pero que está asentada en viejísimos conceptos y palabras.
Desde hace diez años el Estado está ocupado en cambiarle el nombre a los ministerios, los institutos, los departamentos, los bancos, las plantas de televisión, la moneda. Todo debe tener un nombre de acuerdo a la nueva realidad política. Y yo ya no sé cómo se llama nada. Mientras tanto la primera plana de un diario de gran circulación muestra una realidad dolorosa: En la foto rebozan los cuerpos desnudos de una decena de muertos que no caben en una morgue repleta y por eso están amontonados en algún pasillo. Todos fueron asesinados por el hampa durante un fin de semana cualquiera en Caracas. Cuerpos descomponiéndose, sin nadie que les cierre los ojos o los prepare para la fosa (común, por supuesto). Una guerra. Si alguien dice que ya no se puede vivir por tanta violencia, a un ministro le causa risa. Tal vez mande a cerrar a ese periódico por escatológico en cuanto pueda reponerse de su gran carcajada.
La misma carcajada con la que una soldada del ejercito israelí se retrata rodeada de detenidos palestinos amarrados y vendados. El mejor período de su vida – así lo escribe en su página de Facebook, donde publica la ya célebre foto que le hace saltar a la fama. En mis dos países abunda la carcajada, por lo que se ve. Y los cadáveres. Y los secuestros. Y los detenidos. Y los presos políticos. Y las guerras. Y las guerrillas. En Venezuela hay más hambre, eso sí. Y una miseria milenaria que a nadie le duele. Mi participación ciudadana es nula. Vivo en mi país imaginario, mi país virtual, mi submarino atómico, mi asteroide B612. Si hay una guerra, cierro las ventanas para no escucharla. No reciclo la basura, no cuido el agua, espero que el agujero en la capa de ozono esté lo suficientemente grande como para tragarse todas las injusticias. No marcho en pro de ninguna minoría, pues soy la minoría de las minorías. Nadie marcharía por mí, de la misma manera en que nadie cree que mi opinión política tenga algún valor estando yo tan lejos, siendo yo tan extranjera.
]]>Primero, las cuestiones económicas. La férrea disciplina que se impone un Ninja le permite dejarle al vicio sólo algunas horas a la semana: vino, cerveza y otras sustancias tienen su lugar, pero recuperándoles su naturaleza ritual. El sexo (hábito tan oneroso) mantiene su lugar también, pero en lugar de cantidad preferimos su calidad mística. El dinero deja de ser un enemigo, para fluir como energía.
Segundo, se cultiva la verdadera amistad. Al Ninja no le son necesarios esos falsos amigos que pululan alrededor como moscas precipitándose sobre el plato de leche. Se aprende a reconocer en un solo golpe de mirada a aquellas almas que serán nuestras aliadas en la lucha por iluminar el cielo. El Ninja de hoy acepta la hermandad espiritual que tenemos los seres humanos con todas las especies animales, vegetales y minerales, incluyendo a los perros chihuahueños y a los ajolotes. Si se fijan bien, verán que el ajolote es como un Ninja del agua, pensando que es aire. Su naturaleza anfibia le permite habitar el pasado y el futuro.
A los adversarios invisibles un Ninja los castiga con silencio e indiferencia. Se resiste a la injuria, la calumnia y la difamación a través de largas sesiones de meditación frente al sol naciente. Nos desvanecemos del escenario hostil, dejando apenas una nube poética.
Tercero, el tema fashion. Algunos podrán decirnos que la imagen no importa, pero bien sabemos que mienten. Hay que ser imaginativos y usar la vestimenta como un lenguaje. La ropa es una textualidad, por eso el hábito o túnica negra con antifaz (consagrado por la cultura popular) jamás pasará de moda. Es un resumen del misterio y una admonición de lo que todavía está por ser creado.
Cuarto, a la violencia oponerle la elegancia. Mientras en este país todos se matan a diestra y siniestra, con recursos más bien carniceros y de escaso decoro, los Ninjas de la actualidad proponemos combates mentales con ubicación en los sitios sagrados prehispánicos. Esta propuesta alegórica no implica que no reconozcamos que el origen de la violencia actual (y real) está en las desigualdades sociales, la corrupción y la impunidad que asuelan históricamente a Centroamérica.
Una quinta razón para convertirse al nuevo ninjitsu es la salud. Un Ninja come sano y todo lo aprovecha bien. El entrenamiento físico le resulta vital. Paseos en el bosque y en las selvas son básicos para mantenerse. Volar entre los edificios de la ciudad es otro ejercicio muy divertido.
And last but not least, la teletransportación. Ser Ninja me permite cambiar de país sin alejarme de mis seres queridos. Guatemala es un país hermoso, pero al mismo tiempo constituye un campo de entrenamiento: el lugar ideal para poner a prueba la voluntad y la verdadera vocación de un escritor. Aquí ni siquiera el premio Nobel hará que te reconozcan la gloria, como bien lo supo Miguel Ángel Asturias… lo que en cualquier otro país de la región habría valido hasta para cambiarle el nombre a una provincia, aquí sigue suscitando resquemor, recelo, molestia, o plena indiferencia.
Los mosquitos son los únicos que mueren dignamente entre los aplausos, reza la enseñanza nipona, así que quien realmente desee hacer literatura en este país deberá estar poseído por una verdad interior que necesita ser revelada a toda costa y contra todo obstáculo. Esta verdad interior, en mi caso, emerge ahora como la escritura del Ninja que delira con las manos. Que practica la caligrafía como una preparación para el combate. Que intenta modificar el cielo nacional, lanzando estrellas verbales.
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