CIA – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Formulario http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/formular/ http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/formular/#comments Wed, 01 Sep 2010 07:00:28 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1345 Hoy recibí el mensaje de mi abogada diciéndome que el momento ha llegado y que si quiero, puedo aplicar para la ciudadanía Estadounidense en el momento que me parezca conveniente. De inmediato bajé el formulario de Internet y como si fuera cosa de vida o muerte, comencé a llenarlo a toda velocidad.

Hace algunos años mi padre izquierdoso habría tenido un síncope si le hubiese dicho que iba a jurar lealtad a la bandera de los Estados Unidos y todas esas ceremonias horribles por las que tendré que pasar. Seguramente yo misma hubiera tenido un síncope. Yo marché contra la guerra, leí todas las revistas de izquierda y los libros de los revolucionarios, la cosa para mí estaba muy clara.  Yo no quería querer a este país, no sabía nada de su historia ni su gente, y sospecho que tampoco quería saber.

Pero las cosas cambian. No tanto afuera, porque las guerras y las políticas y las torturas son las mismas, sino adentro de uno, a nivel privado y sentimental. La vida te arrastra, te abre la boca y te mete el dedo, te muestra cosas que no querías ver.  He vivido aquí por cinco años y me siento en casa, aunque no me siento “de aquí”. Ni siquiera sé si me voy a quedar. Pero con la ciudadanía podría votar en el lugar donde vivo, y por lo menos reclamar cómo se usan los impuestos, incluidos los que pagamos millones de inmigrantes no ciudadanos. Por lo menos podría actuar de alguna manera para que se mantengan las bibliotecas donde me meto a escribir, las universidades donde quiero estudiar y para que se pueda casar la gente que se quiere casar. En fin, participar en la ilusión colectiva de la democracia y sus ritos. Y bueno, también supongo que me permitiría trabajar para el gobierno federal en caso de que alguna vez me quiera convertir en espía de la CIA.

Pienso mucho en la ciudadanía que tengo ahora, con la que nací. Aunque no lo es, tomar otra se siente como una pequeña renuncia. Pero en este momento mi ciudadanía es de un país que sólo existe en mi cabeza. Me alcanza la vida solamente para leer los diarios, para putear por Internet y por teléfono cuando hablo con mi padre los fines de semana. Voto cada vez que puedo estar físicamente presente, y aún así no me sirve para un carajo, porque el país va para donde vá, y no para donde yo quiero. La ciudadanía se me ha convertido en un vago sentimiento de pertenencia política a un territorio donde siempre seré una extraña, aunque no esté ausente.

Voy marcando diligentemente las casillas del formulario que revela las neurosis norteamericanas: No, nunca he sido miembro del Partido Comunista, nunca quise derrocar a ningún gobierno por la fuerza más que en mis sueños más profundos, no trabajé con el gobierno Nazi en Alemania entre 1933 y 1945, he sido buena y jamás me han arrestado, no he ejercido la prostitución ni la bigamia, no he apostado ilegalmente y no sé a qué se refieren con ser un borracho habitual, pero por si acaso voy a marcar que no.

La ciudadanía en este país es algo que mucha gente quiere, un estatus legal que resolvería los problemas de millones, que hoy viven en la incertidumbre económica, familiar y personal. Sólo la gente más privilegiada, como yo, es tan pendeja de ponerse con consideraciones filosóficas ante un problema que no tiene. Quizás sea parte del teatro, quizás sea algo pequeño, quizás no tenga importancia, pero siento que la ciudadanía me permitiría al menos votar, reclamar, exigir que se respeten los derechos humanos de quienes no tienen la posibilidad de tomar esta decisión.

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¿Historia? No gracias, ya tenemos una. http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/geschichte-nein-danke-wir-haben-schon-eine/ http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/geschichte-nein-danke-wir-haben-schon-eine/#comments Tue, 13 Jul 2010 16:07:22 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=415

La pregunta que nos han hecho esta semana: Si la historia es algo importante para nosotros.

La historia estaba expuesta en el lugar para las ofertas hacía dos semanas. Primero tenía a su lado al gel de ducha, en promoción por 99 Centavos, se agotó en el día. Luego vinieron los manís, finamente salados, sin cáscara, por 50 Centavos. Cuando el último paquetito se vendió, le gritó a la historia, sonriendo maliciosamente desde el carrito: “¡Per-de-do-ra!” La historia se puso cabizbaja y decidió marcharse. Si nadie estaba dispuesto a pagar por ella, se iba a regalar. Empezó a tocar timbres. Fue a lo de los Martínez, los Márquez, los Santos y a lo de los Rivera. “No gracias, ya tenemos”, le decía la gente, sin siquiera escucharla. Si llegaban a necesitar algún dato de la historia, siempre podrían fijarse en Wikipedia, le dijo el hijo de Rivera. ¿Pero, cómo reconocerían si lo que encontraban allí era la verdad? El chico miró desconcertado, hizo una pausa y dijo: “Googleo todo, es fácil. Y lo que tiene más resultados, es cierto.”

Con Herodoto la historia más o menos había podido. Pero hoy en día todo el mundo quería participar en su escritura. Los administradores de Wikipedia, Guido Knopp en Alemania y Felipe Pigna en Argentina, miles de Bloggers y Twitters. Hace mucho que había perdido contra los manejos de la CIA, eso lo tenía claro, y desde “Bastardos sin gloria” también contra Tarantino. Aldo el Apache, el cazador de Nazis, pronto se iba a encontrar en los libros escolares.

Todo estaba en internet, pero nadie sabía nada. La historia estaba enfadada. Que hicieran lo que quisieran. Que se hundieran con su sistema financiero, ¿no se acordaban del efecto tequila y de la crisis en Argentina? Que se fueran a pique con sus buques petroleros, ¿no se acordaban del Titanic? Dictaduras, derechos humanos, guerras. Ya no era problema suyo. Que los seres humanos repitieran todas las tonterías, todos los errores ya cometidos, si eso era lo que querían.

La historia es el mejor maestro con los alumnos más distraídos”, había dicho Indira Ghandi una vez sobre ella. Eso le había enorgullecido. Ella no necesitaba del hombre, el hombre necesitaba de ella.

Seguía sintiendo rabia. Pero también tenía sensatez suficiente para reconocer que a lo largo de los milenios había cometido siempre el mismo error. Había llegado tarde. A cada paso. Cuántas veces había muerto gente cuando ella recién estaba por llegar. Aunque era cierto que con los años se había vuelto más rápida. Las tropas estadounienses recién habían llegado a Iraq cuando se supo que las supuestas armas de destrucción masiva nunca habían existido.

La historia decidió reflexionar sosegadamente cómo seguir. Apagó el I-Phone, se sentó en la hamaca, calentándose las manos en una taza de té de tilo. Comenzó a tranquilizarse, aunque con un atisbo de mala consciencia. Otra vez iba a llegar cuando todo ya habría terminado. Suspiraba. Era así, qué se le iba a hacer.

Traducción: Karen Naundorf

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