Caracas – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Postal de Caracas http://superdemokraticos.com/es/laender/venezuela/5854/ Sun, 06 Nov 2011 15:20:44 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=5854

De izquierda a derecha: 1. Estudiante leyendo en la Universidad de Caracas. 2. Uno de las maniquís tetonas de Chacaíto. 3. Librerías del Sur, cadena de librerías estatales. 4.En el metro de Caracas. 5. Estante de libros en la Universidad de Caracas. 6. Fotos de los líderes de la oposición como criminales buscados por la ley en una de las esquinas de la Plaza Bolívar. 6. Monumento a la nacionalización del petróleo. 7. Algunos de los muchos policías y militares que tiñen de verde olivo el centro de la capital venezolana.

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¿Estás seguro? http://superdemokraticos.com/es/laender/venezuela/bist-du-dir-sicher/ Sat, 05 Nov 2011 16:28:24 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=5663 Hemos llegado, a Caracas. El aeropuerto, delante del agua, está cargado del aire húmedo-caliente del Mar Caribe. La ciudad de 6 Millones de habitantes está hacia el interior del país, frente a una cordillera que también podemos ver desde la terraza de nuestro hotel. Ahí las nubes forman coronas de aire sobre las cumbres, mientras a nuestro alrededor palmeras oscilan en el viento y el tránsito hace ruido. Idilio natural versus urbanidad. A las 5 a.m en la alborea de mi Jetlag, escucho un pájaro trinar, un extraño ruido ajeno entre edificios. ¿Cómo sobreviven los animales entre concreto y escape de gas?

Debería aprender de ellos, pues el primer día tuve un pequeño shock cultural y estoy algo insegura, sobre todo por las medidas de seguridad, que nos fueron comunicadas para movernos en esta, presuntamente la cuarta ciudad más peligrosa del mundo…sólo visitar ciertos barrios, no estar en la calle después de las 10pm, mejor tomar taxi, casi todos tienen vidrios oscuros, no aceptar pedazos de papel o tiquetes de extraños, quizás están empapados en la droga burundanga, que te quita la voluntad, no apretar el bolso, sino llevarlo suelto, joyas y relojes costosos mejor dejarlos en casa. Así se crea una atmósfera de desconfianza, en la que cada ciudadano es el potencial enemigo del otro.

Cuando fuimos de compras a la zona peatonal de Sabana Grande, era la atmósfera asombrosamente relajante. Aquí una pequeña impresión del Dolby Surround de caracas:

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Una cosa sí es clara: Caracas necesita otra política de transporte, por ejemplo: fines de semana libres de carros, carril especial para los buses y taxis, catalizadores y otros precios de la gasolina (en este momento llenar un tanque de 60 litros cuesta 50 centavos de euro). ¡Por una circulación libre!

Traducción: Natalia Guzmán – Apartes del texto en alemán

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La lección de los gatos http://superdemokraticos.com/es/laender/venezuela/die-lehre-der-katzen/ Mon, 08 Aug 2011 07:00:12 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=4784

Caracas sangrante. Obra del artista plástico Nelsón Garrido.

La semana pasada, en una de mis tantas caminatas por la universidad, vi a un gato. Sus cuatro patas se apretujaban en la base del cuerpo, cual florero, mientras la cola se movía con lentitud como una voluta de terciopelo. Un gato normal y corriente, se diría, de no ser porque le faltaba la tapa de los sesos. Percibir esto y salir corriendo, fue casi un impulso eléctrico. Sin embargo, la dignidad con que el animal aguantaba su situación me obligó a voltear y al menos mirarlo con detenimiento.
Los días siguientes no me pude quitar de la cabeza la imagen de aquel gato con su cerebro al aire libre. ¿Lo habría atropellado un carro? ¿Habría sido el resultado de una pelea con un perro? No lo pude saber. Pero más me inquietaba el hecho de que yo mismo me hubiera impuesto la tarea de enfrentar ese dolor.

Una semana después me tocó viajar a la ciudad de Maracaibo, al occidente de Venezuela, para asistir a un encuentro nacional de Escuela de Letras. Yendo a la presentación de un libro, por la avenida 16 Guajira, vimos una aglomeración de gente en la acera, un autobús atravesado en la vía y el cadáver de un muchacho con los sesos regados en la calzada. Esta vez ni siquiera sentí el impulso de voltear el rostro y más bien traté de descifrar la escena mientras nuestro carro avanzaba. Al día siguiente, 16 de julio, el periódico La verdad publicaba la noticia. El muchacho tenía 19 años, se había lanzado desde el autobús porque un delincuente estaba atracando a los pasajeros de la unidad. El muchacho cayó mal entre la acera y la avenida y el chofer no pudo evitar arrollarlo con las ruedas traseras del autobús. El delincuente sólo portaba un cuchillo de mesa. Esto y la muerte del muchacho provocó la ira de los pasajeros quienes atraparon al ladrón, lo ataron a un poste de luz y comenzaron a golpearlo. Por fortuna para éste, en ese mismo instante el carro de la alcaldesa de Maracaibo pasaba por el lugar y así se pudo evitar el linchamiento.

Podría pensarse que la imagen del gato me estaba predestinada para atenuar la impresión de ver el cadáver del muchacho. Este pensamiento es peligroso: conduce a la idea de que existen dolores más importantes que otros, o que se justifican porque trabajan en función de otros. El presidente Chávez, por ejemplo, ha tenido que padecer cáncer para compadecerse con algunos presos políticos que también sufren esta enfermedad y que desde hace más de un año habían solicitado en vano el derecho a recibir un tratamiento médico.

La tragedia de vivir bajo un gobierno personalista es que los problemas del país se ordenan según las preocupaciones de uno solo de sus habitantes. La violencia y la inseguridad, hasta ahora, no han entrado en los desvelos presidenciales. Tal y como lo demuestra el Libro Inseguridad y Violencia en Venezuela. Informe 2008 (Alfa, 2009), la tasa de homicidios se triplicó en los primeros diez años de gobierno de Hugo Chávez, hasta alcanzar cifras inéditas para la historia criminalística del país. De 4.550 homicidios registrados en 1998, año de la campaña electoral que llevaría a Chávez al poder, pasamos a 13.157 homicidios registrados sólo en el año 2007.

Estos números, desde entonces, no han hecho otra cosa que multiplicarse. El fin de semana que transcurrió del viernes 22 de julio al domingo 24 de julio de 2011, sólo en la ciudad de Caracas se contabilizaron 54 asesinatos. Ese mismo fin de semana, el gobierno anunció los resultados del análisis de los restos de Simón Bolívar. Y se comprobaron dos cosas importantes: en efecto, esos eran los restos de Bolívar y, lo más importante, es que está muerto. Las pesquisas de los científicos señalan alguna enfermedad difusa como causa de la muerte del Libertador. Hugo Chávez, sin embargo, como lo afirmó en cadena nacional, no está convencido. El presidente de Venezuela insiste en que al prócer de la patria lo asesinaron.
Bolívar murió en 1830. Y 181 años después, Chávez se acerca a la resolución del caso. Si Bolívar ha tenido que esperar tanto tiempo, ¿qué les cuesta a los más de cien mil muertos por homicidio que se han registrado durante el gobierno de Chávez esperar un poco más? Cuando se trata de los héroes, el resto de un país son cuatro gatos.

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¿Quién es ese? http://superdemokraticos.com/es/laender/venezuela/wer-ist-das-denn/ Wed, 15 Jun 2011 07:01:01 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=4109 1.

Mi tercera noche en Sao Paulo, Brasil, conversé con algunos contemporáneos que acababa de conocer, profesores de historia, productores audiovisuales, filósofos, artistas, estábamos en una fiesta. Fue en 2005. Había buena música en vivo y cachaça de calidad. Pese a eso, no sé cómo hicimos para ingeniárnosla y terminar hablando de sexo y política, dos temas que, como sabemos –vamos, hombres de acción– son menos para hablar y más para hacerse.

Y habrá sido por mi pésimo manejo del idioma, pero en uno de mis regresos de la cocina, con la vista nublada y una botella en cada mano, entendí que el segundo tema les interesaba más que el primero. Total que después de los movimientos libertarios, de los medios de comunicación alternativos y del cine de guerrilla, saltó el nombre, o más bien el apellido, que a todo venezolano le sueltan en el extranjero desde hace una década, más o menos, siempre en señal interrogativa: ¿Chávez?

Yo siempre me río, y si estoy en una fiesta, pido un trago. Y si no hay trago, pienso en sexo. Pero respondo. Primero con una pregunta, en broma: “¿Quién es ese? No lo conozco”. Después con lo que me salga para llevar la contraria.

Pero esta vez me hice el oráculo: “¿Qué quieren saber?”

Una buena amiga, a quien admiro por su buen carácter, su experiencia y algo que me gusta concebir como su claridad maternal, me suele decir: “Esto que está pasando en Venezuela es interesantísimo”, y hace una pausa antes de terminar la frase: “Si viviéramos en Europa”.

Más o menos por ahí quise comenzar a responderle a mis nuevos camaradas de la noche bilingüe, pero se me ocurrió algo mejor: invitarlos a quedarse en mi casa los días que ellos quisieran, aprovechando la celebración del Foro Social Mundial, que se celebraría en Caracas –como en efecto fue– en el primer trimestre de 2006.

2.

Durante la celebración de ese festín multitudinario y encantador al año siguiente, un compañero de mi trabajo en ese momento supo convencer a una turista neohippie de su admiración por el presidente, quien, le aseguró él, había hecho todos los esfuerzos por construir el Metro de Caracas enterito para ellos y en tiempo récord. Y aquí está, le dijo, me gusta imaginar que guiándole un ojo antes de tomarle la mano.

La mujer, enseguida, se enamoró. De mi amigo, del Metro y de Chávez. Mi amigo tiene una orientación política definida, apunta siempre al centro, hacia ese lugar exacto que se ubica entre las piernas de las chicas. Digamos que en ese momento ejercía la diplomacia. Nunca me dijo si logró tener sexo con la extranjera, pero de hacerlo, ¿quién podría negar que una mínima cuota de responsabilidad sobre ese polvo le correspondía a las mentiras que se desprenden del poder del presidente?

La mentira necesita de la verdad para vivir, pero sobre todo necesita del tiempo para existir. Una mentira no es hasta que se revela, hasta que se comparte, hasta que se grita. Pero tiene un problema, desconoce las distancias y se transforma según la geografía.

Eso fue parte de lo que vivieron también los dos valientes brasileños que se atrevieron a venir y quedarse en mi casa, entonces un anexo que compartía con una novia, que ahora vive en Europa con otro novio y no para de hablar de las bondades de andar en bicicleta, por decir algo pequeño.

Aquellos valientes, pareja de las buenas y amantes del discurso antiestadounidense de Chávez, viajaron por varias ciudades de Venezuela y se detuvieron en Caracas. Él se enfermó y ella lo cuidó como pudo. Tuvieron que conformarse con aceptar que este gobierno estaba crudo y notaron que los precios de los productos y servicios, versus los salarios básicos y promedios, eran muy elevados, pero que desde afuera se veía mejor. Yo, para que no salieran decepcionados, les dije que el balance estaba en entender que desde adentro también había muchos que lo querían ver peor.

Casi desde el principio de su mandato se instaló entre muchos venezolanos que conozco una fórmula simple para analizar la política nacional: si te gusta Chávez lo defiendes y si no, lo atacas. Fin del asunto. Cualquier duda te ubica en la acera contraria o, peor, en un limbo inaceptable. En un hoyo negro. Chávez ha acumulado mucho poder. Secuestra culpas y méritos. Casi todo lo que ocurre es su responsabilidad. Si el país está bien, es por él y su gobierno. Si está mal, también, aunque a veces entran en juego los lugares comunes de los medios de comunicación.

3.

Me niego a participar de esa mentira automática. Por ejemplo, doce años después de llegar al poder y vender un Socialismo del Siglo XXI que puede tardar cien años en descubrirse, se le ha metido en la cabeza algo que ha llamado “Misión Vivienda”, que no es otra cosa que ofrecer la construcción de millones de casas para millones de personas que no las tienen. Algo digno de aplaudir, si los indicadores macroeconómicos y de producción no lo contradijeran con una realidad que pasma.

No solo participé en una investigación periodística de dos meses sobre el tema de las estafas inmobiliarias que perjudican a las clases baja y media venezolana, y son consecuencia, entre muchos factores, de la corrupción, de la baja producción de cabilla y cemento y del enfrentamiento entre el sector público y las constructoras privadas en el país; sino que además tengo un promedio salvaje de mudanzas: 0,87 veces por cada año de mi vida. Digamos que si me llegara a mudar nuevamente antes de octubre ese promedio podría aumentar a 0,90.

De modo que sé lo que es padecer el hecho de no tener un techo propio. De modo que me encantaría que esa promesa sostenida un año antes de las elecciones presidenciales, se cumpliera, por la alegría de un gentío. Pero no soy la extranjera del Metro. De modo que quiero, pero no creo ni de lejos que se logre cumplir.

Así va este país. Cuando Chávez prometió que se cambiaría el nombre si pasado un año de su gobierno seguían existiendo niños indigentes, la mentira no se había consumado.

Pero así son las revoluciones, exigen nuevos paradigmas, y el costo de verdad que arrastra un hombre apasionado por el poder, por sí mismo o por la historia, suele llevar consigo el pesado lastre de la memoria. Han pasado doce años y hasta donde sé, se sigue llamando Hugo.

Es entonces cuando se hace necesario recurrir al peso de las palabras. Nombrar las cosas de otra forma es ofrecer nuevas perspectivas, imaginar, construir posibilidades. Eso es, entre las medidas sociales positivas y una larga lista de fracasos, sobre todo, lo que se ha hecho. Donde antes había una realidad con un nombre, ahora hay una realidad muy parecida, buena o mala, pero con un nombre distinto. Y sobre todo, cargada de esperanza para los más necesitados. Eso, cómo no, tiene algo de revolucionario, pero más de populista que de socialista. En el futuro, las mentiras no existen. Y un buen político, al igual que un buen artista, debe saber que como escribió Antonio Machado, la verdad también se inventa.

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Feliz viaje http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/gute-reise/ Fri, 10 Sep 2010 05:42:10 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1778 A Martha, y a Pedro Navaja

Uno

Me acaba de llamar, hace dos horas, un amigo de mi padre que vive en Brasil. No lo conozco. Estuvo una semana en Venezuela con su esposa. Ya se marchan. El avión debe despegar pronto. Recibieron tantas informaciones negativas sobre Caracas, sus asaltos y asesinatos, que no quisieron correr el riesgo de conocer la ciudad sin un guía. Saltaron del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Maiquetía al Terminal Nacional, y de allí a la Isla de Margarita. Y de allí, nuevamente al aeropuerto, y al otro, desde donde recibí la extraña llamada de mucho-gusto-y-despedida. Yo los hubiese amenazado con una aventura de fuentes, bares, diversas formas del transporte público, centro, bulevares, gastronomía local, quizá algún parque y, por supuesto, buenos amigos, algo que continúa siendo, con todo y sus fugas, lo mejor de este lugar.

Dos

La primera vez que me atracaron en Caracas fue un sábado de 1998, en la que muchos suponen la avenida más segura del municipio más seguro, la Luis Roche de Chacao. 9:00 p.m. No pude ver el arma, pues no había. En cambio sí me fijé y muy bien en el rostro y la contextura del criminal: habría apostado por él con los ojos cerrados en una batalla cuerpo a cuerpo, pero mi novia de entonces –rubia, menuda y divertida– no opinó lo mismo, así que me obligó a correr detrás del mastodonte, a quien insultó profusamente mientras yo intentaba, en vano, decirle que se calmara con una mano oculta en la parte baja de mi espalda. Nunca como entonces me sentí tan farsante, tan ridículo. Pero lo hice. Corrí –lo exacto sería escribir troté– detrás del criminal y luego de una cuadra, reduje mi velocidad a límites casi absurdos. Sólo atinaba a preguntarme cómo alguien que corría tan lento, se arriesgaba a robar a otros sin siquiera una pistola. Qué peligro. Con certeza, la necesidad tiene cara de perro.

La siguiente ocasión, veintidós días después, un domingo a las 8:00 p.m., tomé por la espalda al ratero que le arrancó la cadena a la misma novia rubia, menuda y ya no tan divertida, solo para evitar que ella me arrancara a mí el orgullo con otra sarta de críticas en torno a mi supuestas valentía y fortaleza, y ni hablar de mi velocidad, que desde hacía tres semanas había quedado muy en entredicho. Los platos rotos los pagaron la cara del nuevo ladrón y mi mano derecha, que terminó como un jamón serrano, pero con más jugo. El lugar: una avenida que se supone peligrosa en un municipio grandote y popular: la Baralt de la Libertador. El ratero estaba con otros dos sujetos y a mí me acompañaba un amigo, pero como a esa hora el caos confunde, lo que comenzó siendo un atraco frustrado terminó en una pelea comunal repleta de curiosos, que mi amigo y yo pudimos divisar desde la barrera, mientras nos alejábamos rumbo al Metro. Eso sí, sin la cadena, y pensando en que la culpa no la había tenido del todo el ladrón, pobre, sino mi novia. O su carácter. O esa crianza que le dieron.

Pasaron nueve años, y un mediodía soleado de un viernes, luego de prepararme para viajar con otra novia, a dos cuadras de uno de los centros comerciales más visitados por los caraqueños, en una urbanización de clase media y en un municipio mitad burgués, mitad pueblo pobre, El Tolón, en Las Mercedes, Baruta, me encaró un malandro con un yeso en el brazo que se había bajado de una moto que conducía otro. El otro esperaba. Ambos estaban armados. Yo cargaba dos bolsos. Uno grande de mano, con ropa, tres libros y una cámara de fotografía digital donde había imágenes comprometedoras en alta resolución. El otro pequeño, un morral, en el que estaba mi laptop.

No pregunté. Dije, claramente: –Lo que quieras.

Él fue contundente: ­–Lo quiero todo.

Bien, manejo el código, pensé, pero me contradije: –Te puedo dar el bolso grande, aquí en el otro tengo mi material de trabajo. (Pensamiento inmediato al margen de la acción: “¿Material de trabajo? ¿Qué te pasa, Leo Felipe?”).

–¿Qué tienes ahí? –preguntó.

–Tengo mi laptop.

–Ok.

Yo como si estuviera imprimiendo un documento en alguna oficina. Aparenté soltura y cansancio, esos componentes de la costumbre. Le entregué el bolso grande, saqué mi cartera del bolsillo y abriéndola, cogí todo el dinero que había y me envalentoné, le dije: –Te entrego el dinero, porque si te doy las tarjetas las voy a bloquear en diez minutos.

Me respondió moviendo el arma y cerrando un poco los ojos: –Apúrate, mamagüevo, yo no estoy haciendo negocios contigo. Dame los reales ya o te dejo pegao.

¿La verdad? Me sentí insultado, pero no furioso. Yo estaba haciendo las cosas bien, rápido, fui limpio y seco. No me gustó que me tratara de esa manera, que todavía insisto en calificar de injusta, sólo para demostrar quién tenía el poder en ese momento. Me dolió. Y se lo hice saber con una pregunta retórica, en tono bajo y reflexivo, con ambas manos a los lados de mi pecho:

–¿Qué pasa, vale?

Le di los billetes que había en la cartera, menos uno, y puse esa expresión de novio de telenovela al que acaban de dejar plantado. Ellos se fueron. Yo tomé mi morral y palpé la computadora. Saqué del otro bolsillo trasero una cantidad menor de dinero que siempre guardo allí por si acaso me roban. Y caminé, impotente pero hinchadote, directo a comerme una arepa que pagaría con mi tarjeta de débito por puro capricho. Cuando uno crece tiene que aprender a negociar, no todo se resuelve con violencia. Sobre las fotos, tuve que emplearme a fondo para sacar otras mejores porque nunca más volví a saber de ellas, pero me siento preparado para defender mis derechos de autor en una posible demanda.

Tres

Cuando el amigo de mi padre colgó el teléfono, recordé estos tres robos que me ha tocado sobrellevar. En 22 años que tengo viviendo en la puta Caracas, tampoco es que sea un average para desmayarse. Me hubiese gustado decirle que aunque las historias que le dijeron pueden ser ciertas, la realidad de esta ciudad no dista mucho de la que se vive en Río de Janeiro, por ejemplo, donde se celebrarán los próximos Juegos Olímpicos y la gente se ríe y baila y es encantadora y también roban autos y hay reglamentos informales que están por encima de las leyes y hay embarazos precoces y borrachos y un exceso de músicos y poetas y asesinatos y elecciones y otros sinónimos indiscutibles. Pero era lunes, venía de inscribir a mi hija en un preescolar, estaba almorzando tarde, acababa de tener sexo y fue maravilloso y todavía tenía que tomar un mototaxi hasta una oficina preindustrial con vista panorámica, reunirme, redactar la presentación de un proyecto editorial para 2011 que no podrá llevarse a cabo por falta de recursos, tomarme un té con un amigo músico que está de visita y se va mañana a su ciudad, suspender un encuentro de cervezas con una antigua jefa y regresar a mi casa a trabajar en un reportaje en formato libro que debo entregar en quince días y no estará completo. Así que creo que lo mejor fue lo que le dije: Feliz viaje. Porque hay cosas que es mejor vivirlas que escucharlas.

Übersetzung:

Barbara Buxbaum

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