autoficciòn – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Panóptico punto cero http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/nullpunkt-panoptikum/ http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/nullpunkt-panoptikum/#comments Thu, 22 Jul 2010 15:03:36 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=494

Miro las fotos de mis amigos y de los amigos de mis amigos en las redes sociales, en los blogs, fotologs, etc. Conozco sus casas, sus gustos, sus mascotas. De los más osados, he visto incluso sus sexos depilados, sus estragos, sus miserias. Soy una voyeurista digital que disfruta de la intimidad de los otros. Miro desde mi ventana-pantalla sus vidas ajenas y lejanas. Sus estados, sus amigos, los primeros pasitos de sus hijos.

A veces soy testigo presencial de disputas y malentendidos o me entero de los chismes familiares antes que mi propia madre. Otras veces tengo la suerte de que mis amigos y sus amigos suban fotos antiguas: así conozco sus historias, sus pañales, sus uniformes de escuela, el acne de sus adolescencias. Soy un vigilante en medio de una cárcel panóptica, esa que fue ideada por Jeremy Bentham hace miles y miles de años y luego fue retomada por Foucault en el siglo pasado para explicar las formas de la vigilancia que asume el estado hegemónico, la “sociedad disciplinaria” a la que no le interesa la indagación de la realidad, sino el control. En esa estructura arquitectónica de la observación todo lo que el individuo hacía estaba expuesto a la mirada de un vigilante que podía ver sin ser visto. Sólo que yo también soy vista. Vigilante y vigilada a un mismo tiempo, expongo mi intimidad y miro la intimidad ajena. La noción de panóptico de Foucault ha sido desempolvada últimamente para explicar uno de los fenómenos más alucinantes de la web 2.0: la exhibición / observación de la intimidad.

Sin embargo, yo creo que este concepto se queda corto, o que en todo caso se debe hablar de un panóptico dentro de otro, como las muñecas rusas. Vigilamos la intimidad de los otros, nos vigilan otros que a su vez son también vigilados. Al final de esta cadena de voyeuristas-vigilantes puede que esté esa sociedad disciplinaria e invasiva que nos quiere mantener a raya, o al menos eso es lo que piensan los detractores de las redes sociales o la web semántica. Sea como fuere, en esta nueva situación en la que nuestra intimidad es expuesta y vigilada a un mismo tiempo, no hay que perder de vista que se trata de una exposición adrede. Muestro lo que quiero que el otro vea. No se trata de una intimidad agarrada in fraganti, una puerta abierta en el medio de la noche o las páginas de un diario encontradas por azar, sino la intimidad de un exhibicionista, un megalómano, un egocéntrico. Una persona que se sabe vista y, más aún, que quiere ser mirada. El exhibicionista digital construye su avatar como quien construye una ficción. Una autoficción, término tomado de la literatura o viceversa. El gusto generalizado por invadir la intimidad del otro ha alcanzado a la literatura: no en vano los libros más vendidos son las autobiografías y el género “autoficcional”. En los ùltimos años han proliferado esas novelas narradas en primera persona, en las que el narrador tiene el mismo nombre que el autor, o sus iniciales o un nombre fonéticamente parecido, y las peripecias de las novelas tienen muchísimos puntos de contacto con datos reales de la vida del autor.

La intimidad digital es construida: escogemos las fotos y las frases que queremos mostrar. Nos desnudamos ante la cámara, pero mostramos nuestro mejor ángulo. Sabemos que nos miran. Queremos ser vistos. También queremos mirar el simulacro de intimidad que nos presentan los otros. Lacan ha dicho que el deseo del hombre es el deseo del otro, que existe un apetito del ojo que sólo se calma con el dar-a-ver. Ese dar-a-ver no es ingenuo. A la necesidad generalizada de observar la intimidad ajena se suma la necesidad de construirse una identidad digital para mostrarla. Los blogs, más que actualizaciones de los antiguos diarios íntimos, me parecen versiones multimedia de los reality shows que abundan en la televisión. Claro, se trata de reality shows mucho más interesantes y para todos los gustos: la adolescente rosa que cuenta los pormenores de sus primeras desdichas amorosas; el gran intelectual que comenta libros y se esconde; las madres teóricas y prácticas del post-porno español; el escritor que se vende a como de lugar y desde todos los medios que ofrece la web 2.0.Todos se exponen a mis ojos, y mis ojos están ávidos de ellos. Los sigo, los etiqueto, los pongo en mis favoritos, en el google reader, en los feeds. Los conozco más que a mis vecinos.

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