Ausland – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Nuestro extranjero http://superdemokraticos.com/es/laender/deutschland/unser-ausland/ Wed, 06 Jul 2011 11:35:40 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=4259 Libertad de circulación por Europa: Sí. Libertad de circulación de otros hacia Europa: No. En realidad, ¿cuáles son las fronteras que nos separan?

Bajo del techo del coche, respirando aire caliente. Cruje la música en la radio. Todavía me acuerdo de la fila de carros antes de pasar a Italia, de la espera por el control de admisión en la antigua RDA, del olor polvoriento del tapizado del carro que acompañaba el presentimiento de que se acercaba un punto final. Fue justo a tiempo. Unos años más joven y no alcanzo a tener estos recuerdos, para mí Europa sería una sola, cuya apertura termina exactamente allí, donde uno no quiere ir, un mundo, cuya barrera más severa para los europeos occidentales son los precios de los billetes de avión. La idea de frontera, como una imponente arruga de acero que cae del cielo para separar dos países, ya me es extraña.

El concepto de frontera parece estar suspendido. En muchas áreas, desde los campos de batalla, pasando por la ubicación de las empresas, hasta nuestras propias experiencias, ya no tienen mucho que ver con un territorio delimitado, sino que se dan en puntos erráticos, que aparecen a veces por aquí, a veces más allá, pero que no se establecen claramente en ningún territorio específico. El extranjero nos pertenece, allá compramos, aunque aparentemente solo vamos al Lidl de la esquina, allá descansamos, hacemos una reserva para el verano, cuando en Europa occidental es invierno. Allá tercerizamos la guerra. Ya no son colonias, sino que hemos absorbido el extranjero en su totalidad, subcontratamos en pro de nuestros intereses. La diferencia entre el interior y el exterior del país se define como: todo aquello que es agradable, menos del clima, es el interior y todo lo que es feo, venenoso, peligroso, desagradable es, a excepción del clima, el exterior.

Aún hay contiendas violentas sobre el trazado exacto de las fronteras, pero en esa parte del extranjero no hemos hecho reservas, queda tan lejos de nuestras casas adosadas, que las percibimos solo como un rumor de dudosa veracidad. No obstante parece que, de modo inesperado, vuelve el tema de las fronteras dentro de la misma Unión Europea. El acuerdo de Schengen cambia su cara o alguien le dibuja un bigote, le pinta el pelo, para recordarnos que entre sheriff y Schengen la diferencia no es tan grande*. Definitivamente apreciamos la libertad de circulación por Europa, pero ¡hágame el favor! si los italianos nos echan a todos los refugiados al patio delantero, nos toca subir la reja otra vez.

Es importante el concepto de frontera, y las fronteras mismas son como arrugas de hierro, en las que figuras lamentables se enredan y se pierden. Nosotros no lo lamentamos, poco nos enteramos de eso. Son como los límites del vaso coronario, que son más una válvula que un muro: se puede salir, mas no se puede volver a entrar. Pero nuestras fronteras son más pérfidas que una válvula normal, pues entre los que salen, distinguen a los pertenecientes del interior, y entre los que están en el interior, registran a los que en realidad pertenecen al exterior, ellas cambian la dirección del flujo según el caso. Claro que no es arbitrario, nuestras fronteras son legales y reglamentadas y a cada uno de nosotros nos implantan un dispositivo de detección, que nos define como “interiorados” o “exteriorados”. En las personas que tienen el dispositivo mal afinado, salta un desagradable chillido de acoplamiento, cuando una frecuencia interna y una externa se estrellan.

Nuestras fronteras nos pertenecen, como nos pertenece el exterior, y nosotros decidimos lo que en ellas se puede hacer, su forma de operar y para quiénes son válidas. Nosotros nos tomamos Tailandia o Chile por dos semanas al año, arrendamos un pedazo de Asía para usarlo como parque industrial, movilizando fábricas horribles que arrojan veneno, con el cielo encapotado, los malos sueldos y toda la cantidad de riesgos que trae consigo la industria. A veces me pareciera que la Europa occidental fuera un pequeño país de las maravillas, como lo era antaño la villa de la familia Krupp -Naturaleza, idilio, rosales, rodeados por un suave bosque, y abajo, en el valle que no alcanzamos a ver, porque una gruesa bruma de nube nos separa del resto del mundo, allá abajo debe ser todo como feo, pero eso no lo sabemos exactamente.

*En alemán Schengen / Schergen:
sólo las diferencia una letra, la primera es la localidad donde se firmó el acuerdo de libre circulación (Luxemburgo), la segunda significa sheriff, esbirro, secuaz.

Traducción:
Natalia Guzmán Díaz

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Vivir afuera http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/espanol-vivir-afuera/ Mon, 13 Sep 2010 07:04:33 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1867 Últimamente, yo también considero irme y sumarme a los casi tres millones de bolivianos en el exterior (aunque tal cantidad no se puede oficializar). En otros países el dato no sería significativo, pero para Bolivia, que tiene aproximadamente 10 millones de habitantes viviendo en su territorio, tal cifra de compatriotas migrantes es centro de reflexiones académicas, intervención de la Cooperación Internacional y objeto de políticas públicas. Los motivos, los sufrimientos, los itinerarios de los que se han ido porque tienen una deuda que por las moras y los intereses se han tornado impagable, los que se marchan porque acá el trabajo es cada vez más difícil de conseguir o con sueldos que tienen una ridícula capacidad adquisitiva, los que están obligados a irse porque la tierra está agotada o por el cambio climático, los que se van porque sienten que ya no pueden más. Destinos diversos como Buenos Aires, Madrid, Washington, Sao Paulo son los preferidos por la diáspora boliviana. No sé muy bien lo que me esperaría afuera, aunque, como muchos de los que se han ido, igual prefiero esa lejana incertidumbre del forastero a este puñado de dudas locales y próximas. Pero sí sé que quiero volver y me da nostalgia por adelantado: me agarra la angustia de las fronteras.

El fenómeno, complejo y transversalmente concatenado con otra serie de hechos sociales, tiene antecedentes de flujos constantes y con múltiples direcciones: desde los mitimaes reasentados durante el Incario por motivaciones políticas, económicas y territoriales hasta los pioneros del fin del siglo XX que han ido tejiendo silenciosamente las redes en los lugares donde ahora masivamente residen bolivianos. A unos pocos les va muy bien, otros muchos son traficados y sometidos a tratos esclavizadores, son víctimas de discriminación y maltrato. Hay también quienes ni siquiera pueden llegar donde tienen planeado y son detenidos y expulsados. La odisea de los que se han ido porque no quieren vender limones o ser limosneros y terminan convertidos en fantasmas anónimos en lugares extraños (el otro día alguien, nacido en el campo, me contó que cuando se fue se sentía en otro planeta: no sólo todo le resultaba adverso y extraño sino que lo trataban como a un extraterrestre).

El éxodo no parece que vaya a detenerse pese a que el reforzamiento del control en fronteras, el endurecimiento de las políticas migratorias del Norte, que con ejemplos claros como la situación en Iowa o la Directiva de Retorno, criminalizan la condición del migrante irregular (especialmente latinoamericanos y africanos). Está situación de vulnerabilidad y segregación (sumada a los efectos de la recesión undial) ya ha roto el sueño a quienes retornan sintiéndose fracasados pero también a los que se quedan pendientes esperándolos (las remesas son uno de los principales ingresos económicos del país). Extranjeros indeseados: el discurso universalista de la tolerancia llevado a s máxima contradicción por el utilitarismo capitalista. La movilidad humana es un derecho tan imprescindible como el agua y pretender detenerla es como querer parar un río con diques de arena.

Pero estamos acostumbrados a la adversidad y vamos a seguir yendo (y viniendo). Últimamente hasta nos sentimos optimistas. Incluso hemos empezado a revisar esos mitos que a veces nos estorbaban respirar: no somos tan tristes ni tan mediterráneos, ni tan centrados en nosotros mismos. Además siempre podremos reproducir en cualquier lugar un pedazo de la comunidad imaginaria (con música, imágenes, comida o una conversación) como proyectando un holograma familiar. Nos vamos callados, como queriendo invadir el mundo, con un ají en el bolsillo. Vámonos. Silencio, exilio, astucia.

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