Alejandro Obregon – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 ¡No se la pase tanto frente al computador! http://superdemokraticos.com/es/laender/kolumbien/sitzt-nicht-so-viel-vorm-computador/ http://superdemokraticos.com/es/laender/kolumbien/sitzt-nicht-so-viel-vorm-computador/#comments Wed, 16 Nov 2011 17:15:34 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=5817 Retrato de Lilly Ungar, vendedora de libros judío-austriaca que lleva la librería Central; la librería plurilingüe más antigua de Bogotá.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=Hgdypj5UUb0[/youtube]

Lilly Ungar no se priva de ninguna actividad: Cada mañana a las 9:30 es una de las primeras en la Librería Central al Norte de Bogotá en la calle 94 # 13-92. Se sienta en su escritorio pegado a una pared que separa la literatura internacional de la latinoamericana. Allí recibe a clientes, amigos, empleados, periodistas, pero también las llamadas. Hace pedidos, discute sobre la colocación de los libros en las vitrinas. “Ya no puedo leer 24 horas al día. Mis ojos ya no son los mismos”, comenta sonriente. Escudriña los catálogos, las revistas nacionales e internacionales, hace pedidos en Alemania, en Los Estados Unidos y España, y en las filiales colombianas a las editoriales mexicanas y españolas.

“¿Tenemos suficientes del de Jobs? “El libro sobre la vida del fundador de Apple, Steve Jobs, está actualmente en boca de todos. Ese que se pueda ver bien cunando uno está en la caja. La vendedora y amante de libros de 90 años, quien junto a su esposo Hans Ungar, ya fallecido desde hace algunos años, fundó hace 60 su primera librería en Bogotá, como ella dice: “su hobby y su alegría”, es una mujer amable pero decidida. Tiene el mando sobre los libros en español, inglés y alemán. Y le enfurece el hecho de que el Instituto Goethe local haya cerrado su biblioteca por problemas de espacio. Y sin libros, ¿cómo se puede aprender un idioma?
El matrimonio Ungar hizo, como ningún otro, un aporte a la escena cultural de la ciudad: Abrió la primera galería dedicada al arte contemporáneo colombiano, y organizó, entre otras, la primera exposición de Fernando Botero y Alejandro Obregón. Hans Unger se hizo un nombre con sus viajes antropológicos en territorios inexplorados del país.
Mientras una empleada nos servía un té de hierbas, tomé asiento en un sillón de cuero y eché una mirada a las fotos familiares de la pared: Un archivo completo. También puse mi mirada en esa dama elegante de suéter de lana y con collar de perlas que habla un vienés melódico salpicado de hispanismos. “En casa tenemos una biblioteca de 26.000 ejemplares en cuatro idiomas que ocupa cuatro habitaciones. Este va a ser un problema para nuestros herederos, pues todos tienen apartamentos pequeños.”

En 1939 Lilly Ungar huyó por razones políticas y raciales, junto con su padre y su hermana apenas a tiempo de Austria en el mes de septiembre cuando se dio inicio a la guerra. En el viaje en barco a Colombia, las hermanas aprendieron español sólo con libro. Lilly Ungar no tenía aún los 18 años. Cada persona sólo podía llevar consigo 25 dólares. Al principio vivieron un año en Medellín, donde su hermano ya había conseguido un puesto. Cuando éste encontró uno aún mejor en Bogotá, todos se mudaron con él. Allí Lilly conoció a su esposo Hans. “A pesar de todo lo que había pasado, empezamos después a viajar a Viena una vez al año. Allá teníamos muchos amigos. Hoy ya no quedan muchos”, contaba en voz tenue.

De Lilly Ungar emana una sofisticación evidente. Acaba de releer “José y sus hermanos” de Thomas Mann y lo entendió esta vez diferente a las anteriores. El libro se encuentra en su traducción al español cerca de la caja, al lado del de Jobs y al lado de la muy aclamada novela “Tres ataúdes blancos” de su hijo Antonio Ungar, quien vive hoy en Palestina. Una novela política de suspenso sobre un país inventado llamado Miranda que no sólo por casualidad se parece a Colombia.

Con fe inquebrantable Doña Ungar ha defendido toda su vida la literatura. Mas ahora ve una amenaza moderna:” El computador es muy perjudicial para las librerías. En París han cerrado ya el 35 por ciento de las librerías pequeñas.” Por eso desearía que “la gente leyera más y volviera a comprar libros, y que no sólo se la pase frente al computador. Cuando éramos niños nos hacía felices que nos regalaran libros.” De despedida me regaló dos caramelos y el consejo de mirar con calma los 35.000 ejemplares de su librería. “Deje su cartera aquí bajo mi escritorio. Ése es el lugar más seguro.”

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