La obsesión de “inventarse el pueblo que falta”

Mi nombre es Lizabel Mónica y soy cubana. Crecí entre los discursos de ocho horas de nuestro Comandante en Jefe y el lema de “Pioneros por el Comunismo, seremos como el Che”. A la edad de 13 años mi preocupación fundamental no estaba asociada a los chicos sino a si era o no “revolucionaria”. Cuando llegué a la universidad el panorama no había cambiado mucho: escogí la carrera de Historia en lugar de Literatura, como correspondía a mi vocación innegable -nunca he podido alejarme demasiado de los cuadernos de notas y los lápices-, porque necesitaba con urgencia comprender la realidad que me rodeaba. Me gradué, comencé a publicar, en 2007 fundé un proyecto cultural alternativo… Hoy tengo 28 años y ya sé que mi vida nunca será ajena a la política.

Nací bajo el influjo de la Revolución Cubana. Desde niña me habitué a seguir con interés tanto aquellas conversaciones sobre el próximo juguete, como las disquisiciones en torno a un futuro donde el capitalismo sería tan sólo el pasado ominoso de un sistema social emergente. Mi infancia conoció los libros de cuentos al tiempo que a las revistas Sputnik, publicación popular de la antigua Unión Soviética. La Guerra Fría tenía tanto sentido en la Cuba de entonces que estaba prohibido escuchar canciones norteamericanas, lo cual mis amigos hacían a escondidas, mientras yo seguía las reglas, porque pensaba que había una buena razón detrás. En mi casa no sólo veía a mis padres entusiasmados y sumidos en el “proceso revolucionario”, sino que recibía yo misma una educación encaminada a hacer de mí un ejemplo de la nueva sociedad. La revista nacional Mujeres, que dedicaba al género femenino didácticas páginas sobre el comportamiento adecuado de la mujer dentro del socialismo, era para mí de obligada lectura. Cuando cayó el Muro de Berlín, yo cumplía 8 años, y no sabía que esto representaría un giro en la vida del país y la mía en particular.

Haciendo un recuento desde el momento actual puede verse como aquella niña que ganó concursos de Marxismo y que fue Beso de la Patria en la escuela, se convirtió en una mujer muy parecida, pero a la vez diferente. Me gradué en 2006 en la Universidad de La Habana con una tesis sobre la mujer que deconstruye las políticas de género de la Revolución, cuyos argumentos resultaron demasiado polémicos para quienes la evaluaron, a pesar de alcanzar la nota máxima. Trabajé durante un año como Secretaría Ejecutiva de la revista Unión, una publicación oficial de arte y literatura, de la que me retiré con la decisión de fundar mi propia revista independiente (Desliz). Por último, las obras que hago, ya sean de arte, literatura o ensayísticas, son críticas con el sistema. Proyectos como El arte sexual es algo demasiado político para dejarlo en manos de los serios ó El arte político es algo demasiado sexi para dejarlo en manos de los hombres, Cuba Fake News, y Pensar Cuba en Tiempo Futuro, son obras de arte y literatura, pero son sobre todo el testimonio de una vida signada por la obsesión. La obsesión de “inventarse el pueblo que falta”, como diría Gilles Deleuze.

4 comentarios sobre 'La obsesión de “inventarse el pueblo que falta”'

  1. Gabriel Calderón dice:

    Estoy pasando por todos y tratan de de dejar una impresión, espero que no sea nula ni poco significativa, hay varios textos que me encantan pero no encuentro un comentario digno de agregar y que valga la pena.
    Sí quería decirte que me gustó mucho el nombre “Beso de la patria” por favor contame algo más de ese premio o reconocimiento escolar que me dejó pensando las cosas más extrañas que te puedas imaginar.

    Spandeutsch (Anne):
    “(…). Ich wollte aber doch noch sagen, dass mir der Name “Kuss des Vaterlands” sehr gefalllen hat. Bitte erzähle mir etwas mehr von diesem Preis oder dieser Auszeichnung in der Schule, die mich an die merkwürdigsten Dinge hat denken lassen.”

  2. Gabriel, el “Beso de la patria” es tal y como dices un reconocimiento escolar que premiaba la integridad de un alumno en enseñanza primaria y secundaria. Lo obtiene el alumno de la escuela que tiene mejor rendimiento, comportamiento en clases y paticipación en actividades políticas. Es el premio al alumno que más se acerque al ciudadano ejemplar que añora la sociedad socialista.

    Se otorga uno por cada curso. La premiación ocurre en la calle del alumno, en presencia de los representantes del CDR (Comités de Defensa de la Revolución, hay uno en cada calle) y los representantes de la institución escolar, y acompañado por la banda musical de la escuela.

    Si leyendo esto te parece que puede ser un tanto vergonzoso, estás en lo cierto…

    Spandeutsch (Anne):
    “Gabriel, der “Kuss des Vaterlands” ist so, wie du sagst, eine schulische Auszeichnung, welche die “Integrität” eines Schülers im Grund- und Sekundärschulunterricht prämiert. Sie erhält jener Schüler, der den meisten Erfolg, das beste Verhalten und den größten Einsatz im Unterricht und in politischen Aktivitäten gezeigt hat. Der Preis belohnt das, was der Idee des beispielhaften sozialistischen Bürgers am nächsten kommt.

    Es wurde immer ein Preis pro Klasse verliehen. Die Preisverleihung erfolgt auf der Straße am Wohnort des Schülers, in Anwesenheit der Vertreter der CDR (Kommitees zur Verteidigung der Revolution; ein Komitee pro Straße) und eines Vertreters sowie der Musikkapelle der Schule

    Wenn du jetzt beim Lesen denkst, dass das etwas Peinliches sein kann, dann liegst du ganz richtig…”

  3. Gabriel Calderón dice:

    Uy ya siento vergüenza ajena, siempre fui de las barritas de niños que se burlaban de los demás – no me enorgullezco de eso, pero fue así- me imagino que yo me burlaría hasta el hartazgo del niño al que la patria le dió un beso. Tu fuiste beso de la patria? prometo no burlarme de ti.

    Spandeutsch (Anne):
    “Uii, es ist mir jetzt schon peinlich für die Betroffenen…ich gehörte immer zu der Sorte Kindern, die sich über die anderen lustig machten – ich bin darauf nicht stolz, aber so war es – ich stelle mir vor, dass ich mich bis zum Umfallen über das Kind lustig gemacht hätte, das vom Vaterland geküsst wurde. Warst du “Kuss des Vaterlands”? Ich verspreche, mich nicht über dich lustig zu machen.”

  4. Gabriel, sí, fui “Beso de la patria”… Puedes burlarte todo lo que quieras, no hay problemas. Yo también lo haría y afortunadamente siempre tuve un buen sentido del humor y del rídiculo… Así que la autoparodia en este y otros casos no me es desconocida.

    A propósito, yo me lo creí por un tiempo. Todo. Lo del pionero ejemplar -eso de “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che” como lema en la escuela-, lo de la sociedad perfecta en construcción, lo de ser ejemplo para todo y con todo… Eso hasta que crecí. Y te aseguro que los sucesos de agosto de 1994 en La Habana, cuando la gente se lanzó a las calles a saquear tiendas y protestar contra el gobierno, más una pequeña experiencia en enseñanza secundaria, tuvieron mucho que ver con mi despertar a la realidad. En enseñanza secundaria (13 años, el mismo año 1994) una de mis mejores amigas me confesó en secreto que sus padres se la llevaban para USA. Si lo divulgaba la botaban de la escuela antes de tiempo. Cuando llegó el día me pareció buena idea organizar entre los mejores amigos una despedida para ella, que consistiría en ir hacia el aeropuerto todos, faltando a clases. Esto último estaba justificado por la amistad y porque viajar en Cuba es como irse a otro planeta, sobre todo si se trata de USA. El resultado de todo esto fue que el día posterior a la despedida se hizo una reunión en la escuela para analizar ideológicamente “mi caso”. La directora de la escuela terminó escribiendo una carta al centro laboral de de los padres de los niños que habíamos ido al aeropuerto. La carta a la revista en que trabajaba mi madre fue especialmente dura, por ser yo la de la idea. Afortunadamente no tuvo mayor trascendencia, pero ello pudo costarnos a los muchachos el ser marginados de los estudios superiores, y a nuestro padres el ser expulsados del trabajo en un momento en que el salario apenas alcanzaba para comer una vez al día… Luego de semejante muestra de intransigencia sumado a las revueltas populares mi creencia en el sistema se resquebrajó considerablemente. Con la misma ética que había empleado en seguir lo que creía justo y hasta honorable, comencé a disentir.