Demasiados caramelos

Los Superdemokraticos me invitan a disertar sobre la Mentira a partir de la Comisión de la Verdad, organismo que mencioné en la temporada pasada de este blog. Complaceré entonces el pedido y luego me referiré a la Comisión de la Mentira, red de mayor alcance y de vasta tradición en la sociedad peruana.

perumentira.

Trataré de ser breve pues –como dicen los vendedores de golosinas en los buses- no pretendo interrumpir tu lindo viaje, sólo vengo a ofrecer este producto, y no lo digo por ustedes sino por mí, que he comido demasiadas veces esos caramelos.

La guerra interna en el Perú, aquella colisión que comenzó como Grupo subversivo Sendero Luminoso VS El Ejército Peruano y rápidamente se transformó en una masacre donde los pobladores de las zonas más pobres –donde se gestó la rebelión- fueron ultrajados (las damas) y ejecutados (caballeros y niños) sistemáticamente por ambos bandos, dejó como saldo casi 70 mil muertos; de esas bajas que un país con un conflicto interno más profundo y postergado simplemente ignora durante años hasta que un breve y lúcido gobierno de transición, tras una brutal dictadura, llega a su vida como un psicoanalista que anota: Piensa en esto, no te deja avanzar. Y se marcha dejando una Comisión de la Verdad y Reconciliación con audiencias públicas a deudos quechuahablantes traumatizados que el Perú “moderno” prefiere olvidar, sanciones a militares y reparaciones civiles que los siguientes gobiernos no quieren asumir.

Esa es una dosis de verdad que sólo la Comisión de la Mentira puede combatir, con su monumental dedo medio en alto blandiendo aquel sabio proverbio de Platón que dice: LOS QUE CUENTAN LA HISTORIA DIRIGEN LA SOCIEDAD. Este organismo viscoso subyace bajo toda la estructura social, su germen fue “ciertos” políticos pero quienes lo encumbraron fueron los medios (ya termino, ya me bajo, es que vengo de una elección de esas que te hacen pisar el suelo como si tocases madera). Contemplando con el ceño fruncido lo acostumbrados que estamos a las mentiras, a la demagogia, a las falsas promesas al grado de aceptarlas como un rasgo natural de quienes ejercen el poder, defecto inherente a la clase política, me pregunté con terror si esa legitimación de la mendacidad se reproducía en la vida cotidiana y pensé que no. Aún veo que se denuncia, se desenmascara al prójimo, se reprende a los niños que mienten y a los borrachos que dicen la verdad. Hay cierto orden, que más que decencia es defensa de un territorio personal de Verdad, que nos salvará de la ficción escrita a 58 millones de manos.

En cuestiones políticas, cada uno cree lo que le conviene para mantener su posición, sus certezas, hay un medio de prensa para cada tendencia y conveniencia. Eso nos enseñó la libertad de expresión: si no te gusta cambia de canal hasta que encuentres una versión que se ajusta a la de tu preferencia.

Llegado a este punto podría desvivirme literalmente en ejemplos de encubrimiento, falacia y cinismo que adornan nuestros despertares entre titulares y posteriores comentarios cotidianos, pero me detendré en un solo caso que hallé ridículamente conmovedor. Es la historia de un hombre que disipó la abulia del sector más joven del electorado (generación X que durante toda su vida se preparó para no marcar la X asumiendo que las palabras de los políticos son sólo palabras, porque no son poetas ni nada), los movilizó y apasionó con estrategias de marketing, diseño de colores irresistibles y campaña súper entretenida en redes sociales. Este fenómeno post adolescente se llamó por sus siglas PPK y siempre lo encontré profundamente desagradable; cualquier adulto o post adolescente que se respete sabía que era una marioneta de los intereses transnacionales.

Marcando distancia del mal precedente de Fujimori, cuya doble nacionalidad se reveló cuando sus delitos salieron a la luz y huyó en un jet privado a Japón que lo asiló durante años; PPK prometió abandonar la nacionalidad estadounidense, afirmó en campaña haber iniciado los trámites y sus fans le creyeron. Al ser consultado nuevamente sobre el estado del proceso, ya fuera de carrera, comentó muy suelto de huesos, que quienes creyeron eso eran estúpidos. Recordé entonces el DNI del ex presidente Fujimori donde decía que nació el 28 de julio, justo el día de las fiestas patrias, extraordinaria casualidad que también era mentira. Tampoco era peruano. Mentira, todos somos peruanos.

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