Escribir…

¿Por necesidad o por placer? ¿Escribir para qué? ¿Escribir por qué? Hay tantos tipos de escritor, como tipos de persona. Tímidos, extrovertidos, habladores, serios, pedantes, sencillos, amigables, huraños. Toda la paleta de posibles adjetivos. Hay quienes saben desde la más tierna infancia que su destino será literario, como Borges. Otros que desde sus casas han recibido como misión hacerse con la palabra, otros que se han ido apropiando de la palabra laboriosamente, en horas de horas de horas de talleres de escritura, de escuelas literarias, de hacer contactos. Otros que contra todo pronóstico han encontrado la palabra como tabla de salvación. Hay escritores de profesión y hay escritores de raza, que encuentran su vocación, a pesar de los imprevistos que les ha tocado en suerte. También hay escritores de vocación que el tiempo convierte en cumplidos trabajadores de la palabra. En figuras del jet-set.
Ayer dos de esas cabezas reconocidas por el mundo, charlaban sobre escribir y ser en la palabra. La conversación entre Mario Vargas Llosa y Herta Müller se anunciaba como el mejor encuentro de restling verbal que pueda imaginarse la crítica literaria y lo fue realmente, sólo faltaron los posters pertinentes. Faltó que el anuncio del encuentro de los dos premios nobel fuera con máscaras de lucha libre, aunque no hubiera discusión ni debate.
En realidad las posturas de ambos frente al escribir eran tan notoriamente disímiles, que se sucedieron los monólogos.
Para Vargas Llosa la literatura es una gran mentira que es capaz de construir sociedades. Como latinoamericana es difícil tenerle aprecio y aunque nadie pueda negar que es un gran escritor, lo cierto es que desde sus mejores novelas ha pasado mucho tiempo. Además no hace más que repetirse y justificar una postura política que le impide reconocer el totalitarismo de los regímenes militares latinoamericanos. Vargas Llosa sigue soñando con Fidel Castro.
Para Herta Müller en cambio, la literatura sólo puede decir la verdad y con ella y su voz trémula, los amantes de los libros nos conmovemos hasta la medula. Ella habla desde la experiencia de escribir para poder sobrevivir, todavía hoy y sus textos, sus palabras, destilan la humanidad y el horror del que es capaz el ser humano. Sus posturas políticas no son abanderadas de una idea determinada, sino que se enarbolan en nombre del sujeto, de ese ser humano indefenso que se refugia en los libros para superar su contexto. No para satisfacer a la academia ni con la pretensión de estar preparado para los aplausos.
Ayer no sólo fue evidente que Vargas Llosa sabía con quién hablaba, sino que el público tuvo la oportunidad de contrastar y percibir la enorme diferencia que hay entre quien escribe con la pretensión de conquistar al público y quien escribe para ser, como sujeto y así sobrevivir a la nada. Como lectora sé que más allá de los premios, la historia sólo guarda un lugar para quienes hacen un uso auténtico de las palabras.

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