En una sesión Jodorowksy para masas

Yo tengo un trauma con los gurús. Pues una vez un ex novio con mal de amores tras nuestra separación, me mandó por meses videos de Youtube del escritor, director de cine y chamán chileno Alejandro Jodorowsky, con mensajes chamánicos sobre la liberación del yo. Así entonces, de la rabia, empecé a llamarle Joderowsky, por lo de “joder”. Ahora, este sanador, como él se autodenomina, quien supuestamente invita a sesiones gratuitas en un café en parís una vez por semana, acaba de escribir un nuevo libro de superación personal “Metageneología”. Este trata de la fuerza que las líneas genealógicas tienen sobre nosotros, y de cómo nosotros podemos liberarnos de ellas. O sea, según Jodorowsky, no tenemos un inconsciente individual, sino uno colectivo, el de nuestros clanes. Ese al que, por un lado queremos pertenecer, pero que también por el otro nos coarta.

Vinieron miles de personas, sobre todo jóvenes, para presenciar una sesión masiva de psicomagia en el auditorio al aire libre de la Feria de Guadalajara. Las ansias de lo espiritual. Soy una escéptica. No necesito una terapia sacada de Internet o de un libro con frases prefabricadas como “libera tu alma”. Entonces, con los brazos cruzados, me pongo en todo el centro, frente al altavoz vestido de negro. Miro todo a mi alrededor. Veo caras concentradas, bocas abiertas, creyentes. Jodorowsky tiene a la multitud dominada. Habla serenamente, va y viene, un foco circular le sigue, la lámina plateada del fondo va encrespándose hasta perecer un paisaje lunar. Él evita toda postura de predicador, juega el papel de viejo sabio, de contador de historias. El hecho de querer vender aquí algo, significa para él decir dos frases: “Un libro debe de ser como un libro de cocina, el cual te da las recetas para ser tu propio sanador. Este es un libro para la lectura y el estudio. Bueno, ya les presenté el libro”, dice bromeando este hombre de traje negro que se pasea por la feria en uniforme blanco. Él es la figura creada por él mismo. Sentados junto a este, hay dos mudos de la editorial Siruela, como títeres o titiriteros, como de una secta

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Tengo que aceptar que sus anécdotas no son tan malas. Cuenta sobre el hermoso telar que un rey mandó a tejer para su reina, y que esta luego despreció. Este después lo cosió él mismo y esta vez ella lo admiró. “El primer telar fue hecho con orgullo, el segundo con amor”, aclara Jodorowsky. O la historia del pingüino que anhelaba con ir al cine. “No, le decía la gente en la calle, tú lugar está en el zoológico.” “Pero no quiero ir al zoológico.” La enseñanza: Deja a tu pingüino en libertad, no lo encierres en el zoológico de la cultura, de la religión, de la familia. O la del pueblo situado bajo la sombra de una montaña. Un día un hombre mayor se dirige hacia la montaña con una cuchara de porcelana para aplanarla. “¿Por qué lo haces? Le preguntan los demás” “Alguien tiene que empezar”, replicó el anciano.

No tengo nada en contra de los cuentistas, puedo decir que hasta me gustan. Pero Jodorowsky hace una y otra vez esas pausas dramáticas para los aplausos, sonríe narciso, porque sabe que ya le van a aplaudir. “No quiero que hayan venido hasta aquí en vano”, dice. “Pregúntenme lo que quieran”. Y ahí todo se vuelve algo incómodo, por lo íntimo. Una mujer joven se pone de pie: “Mi madre se está muriendo, ¿Qué debo hacer?” Jodorowsky se aproxima al hombre de la editorial, presiona la cabeza de este sobre su pecho y lo abraza con fuerza. “esto es lo que puedes hacer. Llevarla a tus brazos cuando esté muriendo. Es un proceso natural que no puedes detener.” “Gracias, Maestro.” Se vuelve a sentar. Jodorowsky analiza nombres, por ejemplo Linn, viene de luna. Es una personalidad creativa y sensible. Por más de media hora da consejos a personas de su público, como en una terapia de grupo, todos escuchan, las almas se ponen al desnudo.

Al cabo de un rato se cansa y a todos nos toca tener una experiencia humana, si es que entiendo bien, y enlazamos todos nuestros dedos meñiques y los elevamos. “Por la paz”, dice Jodorowsky, “Por la paz sexual, aunque no sea fácil, por la paz familiar”, etc., etc. Los brazos van bajándose lentamente. Se veían bonitos todos esos meñiques en el aire. Muy bonitos, pero más paz no me proporcionó. Aún hay algunas frases que oscilan en mí: “No creo en la revolución política, sino en la re-evolución política.” U otra como: “No se es fiel por razones morales, sino porque se tiene todo lo que se necesita.” O esta otra: “La familia nos da valores, pero también trampas.”

A empujones me escapo de las filas apiñadas, es demasiado. Jodorowsky dijo que quería hacer una nueva película para perder dinero: “La danza de la realidad”. Ah, lo único real aquí es el entusiasmo de la gente. El resto es solo show. Esa fue la lección que aprendí indiscutiblemente.

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