Ahí donde duele

Lo que mata el silencio

Dibujo del Blog "Menos días aquí" de Elsa R. Brondo.

Yo de violencia sé en realidad muy poco, nunca he tenido un arma de fuego en la mano, a aparte de una escopeta de aire en una feria, y creo bastante a menudo que todas las personas son buenas y que sólo tienen buenas intenciones. Si me llega a suceder una vez lo contrario, analizo incansablemente en qué me pudo haber equivocado. Mi ingenua conducta se la debo a una niñez muy bien protegida a base de panqueques, de jugar al escondite en la calle y de tener prohibido ver la televisión. Y para ser sincera, la mayoría de las veces me enorgullezco de ello. Mi ingenuidad es puesta muy raras veces a prueba: vivo en un país seguro que está involucrado en actos militares cuando mucho fuera del territorio nacional (Afganistán), que ayuda a otros países con armamento, como por ejemplo con el envío de tanques de guerra a Arabia Saudita o a Angola, y que aún está en proceso de asimilación de su propia historia militar-fascista del Tercer Reich. Vivo en un barrio seguro con parques por los que uno puede caminar de noche ileso. Un amigo mío estadounidense aquí de visita me dijo fascinado: “En Los Ángeles ya hace tiempo te habrían atracado con un cuchillo.”

Claro está que en Alemania también se cometen actos violentos: intrafamiliares, criminales, discriminatorios, políticos, emocionales, de Estado, extremistas, psicológicos. El informe de la Oficina Federal de Protección de la Constitución, presentado anualmente por el Tribunal Constitucional Federal, lleva especialmente la cuenta de crímenes políticos violentos y delitos violentos en general, y se los adjudica a los grupos extremistas, no importa provistos de qué características. Con esto se procuran defender los valores democráticos de la República Federal, la cual se entiende desde la caída de la democracia alemana en la República de Weimar, como una “democracia defensora”. La policía, por su lado, vuelve a hacer un conteo de los delitos violentos. Éstos han disminuido un poco. En 2010 se cometieron 201.243, de los cuales 900 fueron homicidios. De los jóvenes se habla con mayor frecuencia como de los más violentos en público, aunque el número de crímenes violentos cometidos por éstos está en descenso. Las cámaras de vigilancia no han sido de ayuda en ninguno de los casos, pero sí lo han sido los programas de educación. Claro está que una tasa de nacimientos en descenso sirve también para maquillar las estadísticas.

En América Latina la violencia determina muchos aspectos de la vida cotidiana, bueno, por lo menos esa es la información que llega a Alemania, y no creo que sólo sea mala publicidad. Bandas organizadas controlan barrios y hasta regiones, y sus miembros, forrados en dinero, se esconden detrás de muros, protegidos por guardaespaldas, cristales blindados y alambres de púas. A los turistas se les advierte del secuestro expreso, de asaltos en buses y taxis, y los periodistas viven una vida llena de riesgos. La vida humana parece tener, para muchos, menos valor que un celular. El sistema de justicia parece impotente. Como especialmente violenta se considera la brutalidad de los carteles de las drogas y de la trata de personas. En el año 2010 se estimaron 3.000 muertos en Ciudad Juárez al norte de México.

Pero la gente ya está cansada. Después de que el poeta mexicano Javier Sicilia perdiera en el mes de marzo a su hijo, el cual, después de salir de un bar, fue secuestrado, torturado y asesinado, organizó una marcha por la paz en esta “guerra de mexicanos contra mexicanos.” En mayo se unieron decenas de miles en una marcha del silencio desde Cuernavaca, el lugar donde ocurrieron los hechos, hasta la capital mexicana. Otros autores también han decidido no cerrar más los ojos ante tantos muertos. Alicia González, coordinadora del blog mexicano Menos días aquí, el cual reúne los nombres de víctimas que mueren de manera inocente, describe su labor de la siguiente manera:

Nuestra tarea es hacer lo que las autoridades no hacen, en el sentido más humano. Ponemos nombres, buscamos detalles. … Queremos que la gente no pierda la sensibilidad humana.

El blog es parte de la página web Nuestra aparente rendición, cuyas siglas NAR hacen alusión a la palabra narcotráfico. Dicha página web reúne las noticias relacionadas con actos violentos en México y a su vez sirve de enlace para otros blogs. Muy pocos saben que el activista por la paz Mahatma Gandhi escribió dos cartas a Adolfo Hitler, en las que le pedía al dictador alemán que finalizara la guerra. Hoy día éste tal vez habría escrito una entrada en un blog. Gandhi consideraba que toda forma violenta provocaba siempre una respuesta violenta, y que aunque los nazis derrotaran a otros pueblos, en algún momento estarían sometidos a la violencia de otros: “En la técnica pacífica no hay derrotas. Consiste en “actuar o morir” sin matar y sin provocar dolor. Ésta puede aplicarse prácticamente sin recursos económicos y se defiende sin ayuda de las tácticas de destrucción que lo han llevado a usted a tal perfección. … Usted no le deja a su pueblo una herencia de la que pueda sentirse orgulloso. No puede usted sentir orgullo de una compilación de actos brutales, sea cual fuese la maestría con la que hayan sido llevados a cabo. Por esto le pido en nombre de la raza humana, ponerle fin a la guerra” (extracto de la segunda carta, 24.12.1940, citado por: Faisal Devji: The Impossible Indian, Hurst, 2011).

El Satyagraha, la resistencia pacífica, puede efectuarse también con la palabra. Este mes echaremos un vistazo con Los Superdemokraticos ahí donde duele. En el blog, en Facebook, y en nuestro Sommersalon trataremos el tema de la violencia y vamos a decir muchas palabras.

Traducción:
Adriana Redondo

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