Un país muestra caras

La salida a escena del país invitado en las feria del libro es propaganda. Escritores son enviados por avión (26), editoriales invierten en presentaciones (38), una ministra de relaciones exteriores hace discursos inaugurales elogiando el intercambio cultural, el “diálogo de la sociedad civil” y como se llamen todos estos pilares de la política internacional (Cornelio Pieper), se imprimen folletos (novedades, cuadernillos de la historia y geografía del país, programa de actividades) A esto también se le llama cultural diplomacy, pues tras todo esto está naturalmente la comercialización de un país y, en este caso, de su industria de libros.

El porqué en el folleto oficial de la feria se anuncian los eventos alemanes con diez fotos que muestran a 14 hombres y 10 mujeres, la mayoría grupos de música alemanes (de lo mejor que hay) que se presentan al aire libre, como The Notwist y seguramente todos menores de 40 años (el promedio de edad en Alemania es de 42,1 años) casi no se entiende. ¿Alguno lee un libro? Ah, si, Franka Potente en un estilo fílmico del libro de Doris Dörries “Bin ich schön?” (“¿soy linda?”). No se ve ninguno de los autores invitados, en vez de ellos, unos hilos azules entrelazados: ¿una interpretación moderna de la flor azul?, ¿torción posmoderna de la identidad? Afortunadamente Rüdiger Safranski, el filósofo del romanticismo alemán, lee el sábado 3 de diciembre, allí podemos preguntarle…

Mientras eso es Alemania, “invitada de Honor”, según el programa un país de hombres jóvenes con mirada crítica que se frotan la barbilla, de mujeres bailando en peluquerías, pero que a veces se sacan una pistola o se tienden lascivamente a lamer la decoración de un árbol de navidad. Si, bueno, ¿por qué no?. Mejor que un atardecer en la puerta de Brandenburgo y el folclor de la jarra de cerveza.

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