Pobreza y belleza

En otoño de 1998 hice un recorrido por la RDA* en bicicleta con un amigo. Llegamos en tren desde Múnich, que era algo así como la cara opuesta de la moneda de todo el asunto RDA. Mi cumpleaños número 20 lo celebré en Rostock, y en aquel entonces, Rostock era más exótica que Nueva Delhi. Hoy en día, cuando hablo con gente joven y le cuento que uno en la antigua Berlín occidental simplemente no se daba cuenta de la Torre de Televisión situada en Berlín oriental, a pesar de que de hecho es visible literalmente desde todos los ángulo posibles: no me lo creen. Este hecho logró alterarme por mucho tiempo, pero era a la final sólo una pérdida de tiempo, pues la Guerra Fría ya es historia y lo puedo decir desde en el mismo Berlín: Y está bien que sea así.

Le he hecho un duelo de veinte años a la RDA. No la pasé mal, mi juventud al fin y al cabo, pero eso sí, marcada por la depresión sí estuvo. Es sólo cuestión de mal timing, cuando el tiempo no transcurre de forma paralela con la edad de uno. Pero más o menos como dijo el poeta Ronald M. Schernikau: ¿Qué hace el artista cuando no hay una revolución pendiente? ¡Pues arte!

¿Es posible pensar que el despotismo haya ganado adeptos por patrocinar las Bellas Artes? No es fácil determinar cómo la era de Luis XIV de Francia multiplicó el número de personas que así piensan. Parece que para ellos la razón última de una sociedad es que haya bellas tragedias y comedias. Estos indultan toda la maldad provocada por los sacerdotes, pues sin sacerdotes no habría tartufos. “Así es in nuce la RDA como la ven muchos de mis amigos (muchos de mis mejores): Un Estado de la cultura (y un Estado de panecillos buenos y baratos, un Estado del derecho al trabajo, etc…). ¡Una nación capaz de producir un poeta como Peter Hacks! El aforismo de más arriba lo encontré en una edición de “Französischen Moralisten”(Moralistas francéses), y fue escrito por Chamfort. Dicha edición me la encontré en un baratillero en Neukölln, mi barrio. Algún ciudadano de la antigua RDA había muerto, y toda su hermosa biblioteca en tela, ahora metida en cajas de bananos, se asoleaba a la intemperie. Antes de que se abotagara en la lluvia, me compré veinte libros por 10 euros (hay que hacer algo productivo con el euro mientras exista).

Entre tanto he escrito para mi periódico que la RDA fue un Estado de mierda, hecho que muchos de mis amigos tomaron lógicamente a mal (bueno, sobre todo mis no amigos), mas ninguno de estos tiene argumentos en contra. Hasta que vino mi vecina (nacida en 1982 en Berlín oriental en el medio parroquial de la oposición) y me dijo que mi viaje por la RDA quizás no fue tan importante para mí por el hecho de habérmela pedaleado, sino porque viajé por un Mecklemburgo en el que uno no se topaba con nadie (con ningún automóvil) por horas. Donde sólo existía el cielo. Teníamos a Rügen* y a las mentiras, dijo el poeta Tom Schulz.

Bueno, ahora me detengo y tengo que pensar en el diputado del Parlamento alemán del partido político Los Verdes con el que conversé hace poco. Le hablé de la renta básica y también de que todos mis contemporáneos que se han realizado como propietarios inmobiliarios ya sea en grupos de construcción, yendo a un mercado de materiales de construcción o con un tráiler de construcción para el fin de semana, por lo general no lo han hecho con su propio dinero, sino con la opulenta pensión de sus padres. Pero nosotros, dije yo, no heredaremos nada. El diputado de Los Verdes, analista de la pobreza desde la cuna dijo: La mitad de la población en Alemania ya no tiene ninguna herencia que dejar. No tiene posesiones, a parte tal vez de un automóvil (que le pertenece al banco) y una que otra chatarra electrónica.

La solución a la pobreza no puede ser el despotismo. Sin embargo quisiera sostener que la mujer policía amable y bastante endurecida con laca de pelo de la Policía popular Alemana que comprobó nuestros documentos de viaje sonrió cuando por último dijo: Les deseo una muy buena estancia en nuestra República.

*RDA: República Democrática Alemana.

Traducción: Adriana Redondo

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