Los intelectuales y el gobierno

Partamos del principio de que un intelectual es aquella persona que dirige u organiza la construcción de una sociedad y que va aportando concepciones nuevas sobre el mundo. Antonio Gramsci las concibe como un “grupo bisagra” entre clases extremas, aquellas que tienen el poder político y las que conforman las clases trabajadoras. Y aunque el intelecto es algo inherente a toda actividad humana, por lo tanto todos los seres humanos somos intelectuales, sólo algunos tienen esa función en la sociedad, siempre siguiendo Gramsci. En síntesis, ellos piensan, analizan, proyectan y recomiendan. ¿qué pasó con aquellos intelectuales que hoy están en el gobierno de Evo Morales?

Quizá la intención fue de las mejores, incluir a varios intelectuales en un gobierno que pretende cambiar la estructura de un país, pero el resultado –hasta el momento– no es de los mejores. Aquellos que se subieron al carro del actual Gobierno, el del presidente boliviano más conocido en el mundo, están observando de palco los grandes errores de esta gestión, producto de pugnas internas de poder, que derivaron en toma de decisiones nada acertadas.

Uno de los más graves ocurrió los últimos días de 2010, cuando el gobierno decidió subir los precios de los carburantes o el llamado Gasolinazo. Si Evo Morales creyó que la ciudadanía podía aceptar una medida tan anti popular atenido a su amplia votación del más del 60%, se equivocó ¿o se equivocaron sus asesores? Algunos intelectuales dieron la voz de alerta, pero fueron ignorados. Para que el gobierno se dé cuenta de este error, gran error, fue necesario que una multitudinaria marcha de rechazo casi llegue a Plaza Murillo, epicentro del poder. La noche de año nuevo la medida fue anulada.

Desde entonces se rumorea en los pasillos de Palacio el alejamiento de varios intelectuales que no fueron escuchados. Otros, que levantaron su voz de queja, fueron alejados del gobierno, acusados de traición al “proceso de cambio”. Los ejemplos sobran, como el mismo ideólogo y fundador del MAS, partido de gobierno, Filemón Escóbar; el ex viceministro de Tierras, Alejandro Almaraz; el escritor Raúl Prada (ex compañero del vicepresidente Álvaro García Linera); el periodista y ex embajador en EEUU, Gustavo Guzmán y Alex Contreras, ex vocero del gobierno y que acompañó a Evo Morales desde las campañas que hacían en el Chapare  en los años 90.

Todos ellos salieron del poder tirando la puerta y hoy son los críticos con conocimiento y causa de todas las acciones del gobierno, quien a su vez los tilda de vendidos a la derecha, a la embajada de EEUU o, recientemente, a ONGs. Casi todos ellos han demostrado que al ingresar como “invitados” a las filas del partido de Gobierno perdieron esa independencia o autoridad, virtudes que los debería caracterizar, como los intelectuales de una sociedad. Al parecer, el pensar de los intelectuales y el mandar de los gobernantes no van de la mano. Lo triste es ver a tanto intelectual dentro del Gobierno –como al mismo Álvaro García Linera– que ha renunciado a pensar, algo que implica examinar, juzgar, denunciar e incluso autocriticar. La ideología se ha antepuso a todas las anteriores acciones.

No, la tarea de los intelectuales en Bolivia hoy en el poder ya no es pensar, es mandar, defender y justificar las acciones del Gobierno. Como lo intentaron con la represión a la marcha indígena, que se dirige a La Paz desde Beni, en rechazo a la construcción de una carretera por su lugar de origen: el TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure). Nuevamente un mal cálculo en las esferas del poder, alertadas por varios intelectuales, pero todas sus críticas fueron anuladas por el gobierno, aduciendo que se trataba de intereses foráneos, de ONGs y fundaciones, que amparadas bajo el lema de “medio ambiente” conspiran contra este gobierno. La ciudadanía se indignó por tal hecho y, sumado a otros factores, el gobierno pagó una factura muy cara: el voto nulo fue superior a los votos válidos en la primera elección de jueces impulsada por Evo Morales. Algo inédito en Bolivia y el mundo.

¿Será posible ser intelectual y fungir como tal desde el poder? Eso nos los dirán las futuras acciones de un gobierno de cambio que además de mandar tiene la obligación de pensar, una tarea para sus intelectuales.

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